lunes, 31 de diciembre de 2007

Vida en el espacio

Las ruinas se conservaban en bastante buen estado. Era el descubrimiento más importante que podían imaginarse. Por fin, tras siglos de exploración espacial, un grupo de astronautas había encontrado los restos arqueológicos de una civilización en otro planeta. Las estructuras eran completamente identificables como artificiales, creadas por seres inteligentes y no por caprichos de los meteoros.

¿Qué tipo de seres había vivido en este planeta? ¿Cómo serían sus sociedades? ¿Habrían disfrutado también de manifestaciones artísticas? ¿Por qué habían desaparecido? Las respuestas a estas preguntas se irían desentrañando con el estudio de estos restos. Esperaba poder vivir suficientes años como para poder tener una profunda visión de cómo fueron estos seres.

Se juntaron todos los tripulantes de la expedición junto a una de las ruinas para salir en las imágenes del informe oficial sobre el descubrimiento de una civilización extinta en el tercer planeta de esa estrella amarilla.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Post-it®

El taco de hojitas amarillas parecía insultarle desde la mesa, ahí, insolentes, autoadhesivas, impolutas. Mira que les tenía ganas, con sus 100 hojas recién desprecintadas. Bueno, recién, no. Desde el lunes pasado que se las compró a la chica de la papelería. Y los bolígrafos en un vaso cuidadosamente desordenados. Todos funcionaban, lo comprobaba cada día con hojas usadas de la caja de papel para reciclar.

Se levantó a tomarse un café y apuró la jarra del café. Daba para medio vaso nada más, pero no era plan de prepararse otra cafetera, que estaba solo en la oficina, y se había terminado la que puso nada más abrir el local. Las 11:23:21 mostraba la pantalla de su NOKIA.

Dejó la taza en el fregadero y se fue a echar un pis rápido. Ya no le angustiaba que fueran a llamar justo cuando tenía la polla en la mano, como temía los primeros días.

La llamada tuvo lugar cuando estaba terminando de escribir un post en un foro de tunning. PRIVADO marcaba la pantalla del teléfono. Cogió un boli azul, le quitó el capuchón y descolgó:

-Hola, buenos días. Mi nombre es Margarita Fernández y le llamo de Movistar. ¿Es usted el titular...? -colgó el teléfono.

El paquete de post-it había vuelto a ganar. Puto trabajo en la inmobiliaria.

Engranajes

Mario se preguntaba a veces si no sería que el mundo funcionaba así por pura inercia, sin otro sentido que el de seguir rodando. Tobi, su amigo recogido de una perrera con unos diez años de edad aún tenía pesadillas con sus antiguos dueños. Estíbaliz, la hermana del chico que todos los domingos ayudaba a limpiar de mierda las perreras, quería ponerse tetas porque le gustaban los tíos con coches tuneados. Nelson dudaba entre volverse a Venezuela o montarse una pequeña empresa de reformas en Chequia o Hungría. Lorenzo Francisco estaba a punto de desfalcar a sus socios y largarse a Brasil. Cande se acostaba muy excitada con dos dientes de leche bajo la almohada. Jorge y Kevin perdían la virginidad a la misma hora, en el mismo sitio, avergonzados sin saber de qué. Bhumibol Shinawatra llevaba a sus cinco hijos la comida que había robado al tendero al que había asesinado en un camino de Tailandia un par de horas atrás.

¿Seguro que Dios tiene planes?

viernes, 28 de diciembre de 2007

Añoranza

Cuando las ranas se gritaban furiosas le gustaba salir a pasear por la orilla del lago. Para ese entonces los niños ya se habían ido a sus casas, los viejos también y las parejas aún no habían llegado para llenar el aire de jadeos, gemidos, gruñidos, gritos y olor a sexo. Y montones de condones que quedaban resquebrajándose al sol durante días hasta que se terminaban por deshacer.

Durante mucho tiempo fue un lugar maravilloso en el que vivir. Pero un día empezaron a llegar los turistas y, poco a poco, se convirtió en un vertedero de basuras y morralla humana. Estos últimos años se estaba planteando seriamente irse a vivir a otro lado porque este lugar, en el que vivía desde pequeña, ya resultaba inaguantable. De entre todos los destinos que había ido barajando, seguramente acabaría yendo a Finlandia, el País de los Mil Lagos. Y allí buscaría un lugar tranquilo donde pasar el tramo final de se vida.

Qué lejos quedaban esos tiempos en los que ella, Nimué, le ofreció a Arturo la espada Excálibur que custiodaba.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Bajo la luz

Cuentan la anécdota del borracho que buscaba las llaves perdidas bajo la luz de una farola porque ahí se veía mejor. Y la gente se sonríe pensando en lo pardillo que era aquel tipo.

Después, con un par de palmaditas en la espalda, vuelven a buscar la felicidad bajo la luz de lo material.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

La cajita

Llevaba a todas partes la cajita de marras. Teófilo era una persona reservada y amable, de esas que tratan continuamente de no destacar, de ser grises, de no meterse en líos porque los líos no puedan verlos a ellos. Llegaba todos los días puntual al trabajo -incluso unos minutos antes, para ser justos- y se metía en su garita de bedel. Si tenía que hacer cualquier tarea, cogía la pequeña caja de madera y la llevaba en la mano. Y si la tarea le exigía ambos brazos, se la metía en el torso dentro del mono de trabajo.

No se le podía inquirir sobre la caja. La primera vez que se le preguntaba sobre ella ignoraba completamente la impertinencia. Si se le insistía, poco a poco se sumía en un estado de tristeza y se recluía en las sombras de su pequeño habitáculo de donde procuraría no salir hasta el final de la jornada.

El día del accidente el edificio se convirtió en un infierno. Aunque mucha gente pudo salir por su propio pie, Teófilo sacó a otras tres personas que, seguramente, hubieran muerto asfixiadas de no ser por él. Perdió el conocimiento cuando entró a por una cuarta. Los bomberos llegaron a tiempo.

En cuanto pudieron, los tres salvados fueron a visitar a Teófilo a la UCI. Sobre la mesa, la cajita en perfecto estado. "Te debemos la vida, Teófilo".

Teófilo abrió la caja y metió en ella tres nuevos pagarés.

martes, 25 de diciembre de 2007

Desde las sombras

Últimamente las cosas no me van muy bien. Tengo que hacer algo pronto o me encontrarán y entonces ya será demasiado tarde. ¿En quién puedo confiar?

Las horas se oscurecen mientras espero atrapada en mi jaula de muebles viejos y polvo. Pronto llegará mi segunda noche aquí y quizá sea la última que pase en libertad. O viva.

Tengo bastante hambre. Día y medio sin probar bocado. No estoy acostumbrada. Una persona puede vivir cerca de un mes sin comer nada. Pero necesita beber, lo he leído en algún sitio. En el desván sólo hay recuerdos. No puedo salir de aquí. No debo.

Por la ventana aparece una calle ancha y mal iluminada. No pasa nadie andando, sólo algún coche. Podría salir, pero, ¿a dónde iría? Mejor me quedo. Esperando.

Esperando.

Esperando...

Puedo ver mi cuerpo encogido en el suelo frente a mí. Aguanté seis días. O cinco. Cinco, creo. Logré que no me encontraran pero ahora estoy muerta y no me gusta. Quiero volver. Volver a vivir. Aunque me encuentren. No me gusta esta sensación de no ser nada.

Llevo tres días y no puedo volver. Mi cuerpo se hincha. No puedo moverlo, no tengo manos ni brazos. No me puedo alejar. Quiero que vengan y se lo lleven. No quiero morir.

¿Morir? No entiendo lo que digo. ¿Quién soy yo? ¿Por qué tengo consciencia? No soy nada y, sin embargo, existo.

Existo.

...

lunes, 24 de diciembre de 2007

Récord

Amadeo Benítez batió esas navidades el récord mundial de horas con el dedo pulgar dentro del culo.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Recuerdos de la infancia

La casa seguía tal y como la habían dejado. Quizá los cristales y la fachada se veían más sucios pero, ¿qué esperaba ver si no? Podría decirse que el pueblo se había comido a sí mismo hasta quedarse en un grupo de casas viejas y personas viejas que iban cayendo bajo la rueda del tiempo, cubriéndose de musgo y gusanos.

Hacía una vida que había correteado por esas calles llenas de perros y críos, aprendiendo a aprender. Cada día era una nueva aventura y, al salir de la escuela, nunca sabía dónde iba a estar media hora después, haciendo qué. Comía con hambre, dormía con sueño, vivía con ganas.

Después llegó el momento en el que los jóvenes padres de familia sólo podían aspirar a irse a la ciudad si no querían perder el tren de los nuevos tiempos y vivir como en los países civilizados. Luego en la ciudad, la historia de tantos.

Y ahora ahí se encontraba, treinta años después, frente a la casa que le vio nacer. Cuántos recuerdos de momentos que ya no volverían. ¿Cómo hubiera sido su vida de haberse quedado en el pueblo? ¿Como sería a partir de ahora, de esta decisión que había tomado?

Asintió con la cabeza y el bulldozer comenzó a tirar las viejas casas para iniciar las obras del nuevo polígono industrial.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Llovía

"Aquí no para de llover" decía ella por teléfono. Y era verdad, no paraba de llover. A cualquier hora que uno se asomara al balcón el ruido monótono de la lluvia amortiguaba los sonidos de la ciudad. Las gentes tenían el ánimo triste, el rostro gris. Los niños caminaban de la mano cabizbajos en vez de correr y ser regañados por sus madres.

Los árboles reverdecían y estiraban sus hojas en busca del sol que no veían tras las nubes. De los barrizales y escombreras surgían cientos, miles de bracitos verdes.

El aire olía a agua, tierra y verde.

Era posible sentirse parte.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Mujeres...

Crujientitas. Como a él le gustaban. Las sacó del horno y puso dos en un plato. Seguramente él le diría que le sabían a poco y que le diera alguna más, que eso no era una cena. Pero claro, esa barriga había que bajarla, que a su edad tenía que cuidarse un poco más.

A medianoche se despertó. Su mujer dormía como una bendita. Con todo el cuidado del mundo se vistió y salió a la calle sin hacer ruido. Se sentía culpable por hacerle eso a su esposa, pero no podía evitarlo. Caminaba hacia las afueras de la ciudad, las manos en los bolsillos, donde se reunían putas, marineros, soldados... Esa noche necesitaba al menos dos. No era muy selectivo y no quería que lo viese nadie, así que caminó entre las sombras hasta que localizó a un par de furcias solitarias que bebían de una botella y soltaban desagradables risotadas. Era el momento...

Qué alivio. Paseaba sonriente de vuelta a casa. Su mujer no entendía que a su edad no tenía ni para empezar con dos mujeres. Un ogro como él se quedaba con hambre con sólo dos mujeres, por muy crujientitas que estuvieran.

jueves, 20 de diciembre de 2007

El portal

Las personas que pasaban frente a su portal ni se detenían a echar un vistazo. Ya podía estar dentro el Niño Jesús con sus padres y mascotas que ni Dios entraba -se sonrió orgulloso de su ingeniosa observación-. Y nada. Las siete pasadas y otra tarde perdida. Se puso el abrigo, se cubrió con el sombrero de fieltro y salió a las calles llenas de gente que no se miraba a los ojos. Cómo había cambiado el mundo, ya nada era como en su día fue. Se dirigió triste al albergue. Cada día era más ingrato ser violador.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Gárgolas

Entre ambas orejas aparecía una cabeza calva y arrugada con un ojo seco y el otro hundido y malicioso. Las palabras surgían chillonas de una boca sin dientes entremezcladas con el aliento fétido de una tumba recién abierta y eran frías y cortantes.

Salí corriendo, por mi vida, alejándome de aquel dedo esquelético e infinito que quería hurgar en los rincones más oscuros de mi alma de niño asustado. Dos figuras de negro salieron de entre las sombras y me atraparon. Sus palabras consiguieron helarme el ánimo: tenía que volver al confesionario si quería hacer la primera comunión.

martes, 18 de diciembre de 2007

Flores en el desierto

No llovía en el páramo desde hacía más de diez años. El polvo del suelo saltaba con los primeros goterones que caían hasta que la tierra dejó que escurriera un poco de agua y el sonido de la lluvia se volvió menos ronco. Durante más de dos días llovió ininterrumpidamente y las torrenteras desdibujadas por el tiempo cantaron de nuevo por unas horas.

El muchacho llegó con las primeras luces del tercer día y se tumbó sobre una roca mirando el suelo empantanado. Pronto vería el milagro del que hablaban los mayores: el desierto se convertiría en un manto de verde salpicado de miles de flores de brillantes colores. Según el suelo se secaba seguían llegando niños y mayores para presenciar el regalo que la Naturaleza les hacía a los pocos privilegiados que vivían en esas montañas.

Pero las horas pasaban y nada brotaba. Pasó una noche y con el alba los primeros curiosos creían adivinar manchas de vida sobre el polvo pero no eran más que los últimos charcos que aún no se habían secado. Al mediodía los primeros escépticos volvían a los quehaceres que daban sentido a su vida. Con el ocaso, unos pocos mayores que quedaban encendieron una hoguera y, al calor de sus lenguas contaron historias de tiempos antiguos, cuando los dioses caminaban entre los hombres. Sólo cuando los rescoldos se marchitaban se fueron todos a dormir.

Un nuevo amanecer lleno de polvo y decepción. Nada crecía y, con las caras grises, los que quedaban emprendieron la vuelta al poblado. Sólo el chico que llegó en primer lugar, el huérfano al que todos habían ayudado a sacar adelante, permaneció con el alma llena de ansia. La fogata de esa noche fue mucho más pequeña, silenciosa.

El día de su partida amaneció ventoso y el polvo del desierto volaba de nuevo entre jocosos torbellinos. Se internó unos centenares de metros en el yermo y se acuclilló para acariciar el suelo. Ni una brizna lo teñía de verde.

El chico se puso en pie y se juró ver un desierto florecer. Dio media vuelta y marchó hacia su casa.

Las historias que ideó a partir de ese día aún perduran contadas de padres a hijos.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Groenlandia

Mis dos hijos me miran desde la cama. Sus pómulos sobresalen como puños de rostros con los ojos hundidos. Hace días que no comen, que no comemos. La primavera está cansada y no sube a nuestra montaña. Sólo hay una débil luz azulada que la nieve deja entrar por la ventana. Pienso que debería matar a uno de mis hijos para que el otro pueda comerlo y sobrevivir. Pienso que si me quito la vida ambos llegarán a envejecer junto a sus nietos. Comiéndome a ambos podría yo sacar las fuerzas para aguantar y devolverle a este Dios misericordioso el daño que me ha hecho multiplicado por mil. Durmiendo, podríamos vivir hasta que lleguen de las granjas del fiordo a rescatarnos.

A mediados del siglo XV se desvaneció el rastro de los últimos colonos vikingos de Groenlandia.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Uvas rojas

De las parras se descolgaban numerosos racimos de uvas rojas que engordaban bajo el sol. Tomó uno y se lo fue comiendo con aire distraído mientras paseaba por el jardín de su finca bajo el sol del atardecer. ¿Cuántos guerreros habían muerto por su espada? ¿Cuántos inocentes? Cada noche al acostarse recordaba sus actos llenos de heroísmo y nunca se le aparecían los rostros de aquellos a los que había matado.

Ese era el sueño en el que, desde hacía más de dos mil doscientos años, vivía el fantasma de Cayo Aurelio Bucco, penando por los montes de Murcia.

Suicida

Los picos de las palomas rompían las galletas que se esparcían junto al cuerpo. Sí, era su hija.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Engaño

Lo más doloroso de sus últimos momentos no provenía de su cuerpo sino de los añicos en los que se habían convertido sus creencias. Una vida de sencillez y entrega desinteresada a los demás, un canto a la filantropía. Y ahora, cuando creía que la luz de su interior que se apagaba iluminaría de algún modo los corazones de las personas, una cruel realidad tomaba forma en su consciencia: no era el Hijo de Dios muriendo por los hombres; era el Hombre siendo devorado por los hombres. El Gran Misántropo había conseguido que la Humanidad aprendiera a destruirse a sí misma.

jueves, 13 de diciembre de 2007

El germen

Las torres se recortaban ominosas del cielo de plomo de un día sin sol. El aire era frío, húmedo; olía a enfermedad y emponzoñaba el ánimo. Nada bueno parecía poder salir de ese limbo con nombre. Y entonces escribí mis primeras líneas.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Relajándose un poco

En la emisora sonaba su canción favorita. Le gustaba fumarse un porro mientras conducía por esas carreteras casi vacías cuando volvía a casa de trabajar en el monte. La luna asomaba ya por el horizonte y el sol no se había puesto y las estrellas se atrevían a asomarse a un cielo libre de nubes. Jaime y Soraya seguramente estarían ya en su casa preparando la cena y enfriando las cervezas. Luego, más petas, risas, pelotazos de whisky o vodka y acabarían los tres follando en el sofá hasta quedarse dormidos.

Cada vez escribían peores historias en la Playboy.

martes, 11 de diciembre de 2007

Embrollo

"No existen muchas salidas de este embrollo" fueron las últimas palabras que escuchó de su compañero antes de mandarlo a la mierda con un grito que le salió del alma. Juntos en mitad del bosque, dos desconocidos que no saben cómo han llegado ahí, dos realidades que no tenían por qué cruzarse nunca y que alguna consciencia enferma había metido en la misma pesadilla.

Las otras veces que había aparecido solo en mitad del bosque había logrado despertarse razonando que todo era un sueño; qué haría ahora...

lunes, 10 de diciembre de 2007

El gigante

Todos los días el gigante sale de su caverna y se queda mirando hacia el sol naciente hasta que el frío se escurre de sus huesos. A continuación toma su garrote y camina entre los árboles en busca del enemigo que sabe que algún día se encontrará. Con el ocaso del día llega a su cueva, hambriento, insatisfecho, derrotado. Entonces se acurruca en un rincón para tratar de dormir y acallar el hambre.

Sueña que algún día no volverá.

domingo, 9 de diciembre de 2007

¿Por qué?

Los ojos de la estatua observaban fijamente a su escultor. Durante horas ambos se mantuvieron la mirada, tratando de comprender qué motivaba al otro.

Al día siguiente el aprendiz encontró a la estatua con el rostro destrozado. Nunca se volvió a saber del artista.

Niño-Dios

Al pequeño niño-Dios se le comió su perro el trabajo sobre el hombre. Tuvo que quedarse durante el recreo para hacer otro a toda prisa.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Vida y muerte

A veces el tiempo parece detenerse (¿por una eternidad, por un instante?). Otras se cae de las manecillas que, con su único dedo, son incapaces de sujetarlo en su sitio. Muchas veces se pierde en el ajetreo del día a día y, por más que buscamos, no hay manera de encontrarlo (y perdemos aún más en el intento). El día que algún pensador lo trajo desde el mundo de las ideas los hombres ya no vivimos mirando la vida sino el momento desconocido de nuestra muerte.

jueves, 6 de diciembre de 2007

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Ante el espejo

No le gustaba nada lo que veía en el espejo. No se reconocía. Era una de las cosas que no soportaba de ser un vampiro.

martes, 4 de diciembre de 2007

Esperando a los ángeles

No sentía frío, al contrario de lo que había pensado que sucedería. Ahora se encontraba en el cementerio del pueblo esperando acostado a que llegaran los ángeles para guiarle a su nueva existencia. Se consideraba buena persona, en general, a pesar de que tenía el pronto muy fácil y bebía más de lo necesario. En el fondo le dolía que no hubiera venido nadie a decirle adiós; tampoco es que tuviera muchos amigos. Pero no vino nadie de la pandilla. No le perdonaron que se hubiera pasado al Rock cristiano. Y así partía solo.

Por fin llegaron los ángeles inundándolo todo de luz. Se levantó, los saludó, y cogió la prenda que le ofrecían. Ya tenía su chupa de los Ángeles Blancos, y con su moto se unió a la manada.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Efímero

Desde la seguridad de su rodapié, el ratón observaba cómo el gatito perseguía y arrojaba de un lado a otro un diminuto saco de arpillera con un cascabel dentro mientras los mellizos no paraban de reírse con las cabriolas del minino.

Mientras, la madre limpiaba la despensa -un día más- de las mierdas de ratón que abundaban junto a los sacos de legumbres y cereales.

El padre cortó un pedazo de queso, dos pedazos, y se los llevó a la mesa.

El soldado lanzó el obús que destrozó la casa, el padre, la madre, los mellizos, el gato, el ratón.

Las lluvias hiceron brotar entre las ruinas multitud de matojos de garbancera, lenteja, haba...

domingo, 2 de diciembre de 2007

Papá Noel

El Papá Noel de este año tenía bastante buena pinta, no como el del año pasado, escuchimizado y que se cayó, con escalera y todo, en cuanto empezó a soplar el viento. Menudo berrinche había cogido su hija. Para este año se había movido bastante, mirado en muchos sitios, hasta que en un centro comercial de la capital, vio justo el que necesitaba. Aprovechó para hacer otras compras y un par de horas después se encontraba conduciendo de vuelta a casa con su flamante Papá Noel en el maletero.

Después de cenar, dejó a su hija viendo un concurso de esos de chavales que cantan en la tele, y se escabulló hacia el coche, para prepararle la sorpresa. La pobre, desde que quedó huérfana de madre, no parecía muy feliz a su lado. Así que este año iba a tener colgado de la ventana el mejor Papá Noel que había visto en su vida. Cogió la caja de herramientas con una mano y se echó el fardo al hombro para subirlo todo en un único viaje y que su hija no sospechara. Taladró, atornilló, enchufó, ató y descolgó con cuidado la escala con el Papá Noel atado por la ventana. Quedó muy bien. Lo enchufó y las luces parpadearon como diciendo fe-liz-na-vi-dad-fe-liz-na-vi-dad-fe-liz-na-vi-dad...

Aprovechando un intermedio, le pidió a su hija que le ayudara a descargar unos paquetes del coche. Cuando llegaron al coche le dijo que se diera la vuelta y su sonrisa iluminó la noche. La Navidad sí podía ser hermosa. Juntos de la mano, se metieron en la casa. Empezaba a nevar.

Nathan Haber murió de frío esa madrugada. No había vuelto a casa de su primer día de trabajo como Papá Noel en el centro comercial.

sábado, 1 de diciembre de 2007

El dedo de un dios

Lo que más le gustaba a este dios era observar a una de sus criaturas en particular durante una temporada y tratar de entender sus anhelos, sus miedos, sus ilusiones y de anticiparse a sus movimientos, a sus decisiones, a sus reacciones.

Después, si le había resultado interesante, sorprendente, le premiaba concediéndole sus deseos.

Si, por el contrario, era un ser aburrido, previsible, le castigaba concediéndole sus deseos.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Arrepentida

Se detuvo jadeando con el cuchillo en la mano. Frente a ella había una masa informe, irreconocible. ¡Dios!, ¿qué había hecho?

Nunca más cortaría un queso añejo con un cuchillo de mantequilla.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Hermoso gris

Esa tarde los colores se habían ido. La niebla traía el gris y se metía por cualquier recoveco para comerse las sombras y el ánimo de los paseantes y de los pájaros que se miraban unos a otros desde sus ramas.

A Manuel, según bajaba de la ambulancia, le pareció el día más hermoso de su vida. De su pecho sobresalía una cajita gris.

martes, 27 de noviembre de 2007

El día elegido

Hoy era el día elegido. ¿Elegido para qué? Aún no lo sabía, pero definitivamente era éste y no otro. Desde primera hora de la mañana estuvo dándole vueltas. Incluso se le pasó la hora del desayuno. Fue corriendo a la parada del autobús y éste llegó con retraso. En su asiento del pasillo junto a la señora gorda con una coleta sucia de pelo rubio con las raíces negras sacó su libreta de notas, un portaminas, y apoyó la punta sobre la hojita cuadriculada para ayudar a las tímidas ideas. Dos veces comenzó a escribir la sílaba Do y una Ve, pero enseguida las tachaba con un elaborado borrón que arrugaba el papel. Llegó al trabajo, masculló los saludos de rigor y se sentó en su sitio a clasificar las cartas por códigos postales. Las dos veces que paró a mear se miró en el espejo unos segundos pero ese hombre cansado no le decía nada.

Al llegar a casa no tenía ganas de comer. Se acercó a la nevera a por una lata de Lager para quitarse la sed y abrió la segunda para disfrutarla ante la tele. Durante unos anuncios se le asomó a la cabeza una idea que se escondió antes de poderla atrapar. Se levantó a por otra cerveza.

No estaba disfrutando del concurso, tenía la cabeza en otro sitio. Apagó la tele, abrió una nueva lata y salió a pasear por las calles de su Núremberg. Un rato después se encontró ante la casa natal de Durero. Ese era un pintor famoso, ¿no? Sus pasos le llevaron hacia la noche de las tabernas alemanas. Mañana sería otro día.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Compañeros

Cuando el fuego se hubo apagado, el hombre se acurrucó junto al perro, abrazándolo para entrar en calor.

¿Hace cuántos miles de años sucedió por primera vez que un perro se acercara a un hombre y ambos se aceptasen como compañeros?

domingo, 25 de noviembre de 2007

El final del camino

Siento miedo. Todo mi mundo se convulsiona y el ruido es es atronador. Las voces suenan amortiguadas y sólo se distingue la urgencia de su tono. Todo el revuelo es por mí, lo supongo, lo sé. No puedo ver nada y todo me asfixia y me oprime. Ahora lucho, trato de quedarme en mi mundo, que el destino no me arranque y me lleve a un lugar desconocido; sé en mi interior que sólo me ha llegado el momento de recorrer el camino que todos tememos que recorrer algún día, ese viaje sin retorno que tantos otros iniciaron antes que yo. Las fuerzas se me agotan. Mis pulmones no respiran. Inicio el viaje...

...veo una luz al final del túnel...

...mi padre me sujeta entre sus manos y me deposita sobre el pecho de mi madre.

sábado, 24 de noviembre de 2007

En la oscuridad

La antorcha iluminaba las paredes llenas de arañazos del pasadizo y el humo aceitoso que desprendía se mezclaba con un aire que apestaba a cerrado. Al menos había algo positivo, y es que su ánimo ya no podía estar peor. Ese pensamiento consiguió arrancarle una sonrisa que se apagó en un rictus que no lograba apartar de su cara.

El suelo, cubierto de polvo, indicaba que nadie había pasado por ahí en años, en muchos años. Estaba seguro de que esos pasillos iban a ser su tumba. Que no iba a conseguir salir de nuevo al exterior. La llama iluminaba las paredes con bastante vergüenza y no penetraba más que unos pasos en la oscuridad que se abría ante él. Desde hacía varias horas, el único sonido era el de sus pasos apagados por el polvo, su respiración, y el tenue crepitar de la llama.

Ahora ya caminaba en la más angustiosa oscuridad. Su mano izquierda -los dedos ya enrojecidos- iba acariciando la pared mientras que con la derecha tanteaba el vacío que se abría ante él con los restos de la tea. Lo bueno de esa situación era que ya no olía a alquitrán quemado y que se mantenía con todos los sentidos alerta. Seguía sin oler el aire fresco.

Se echó a dormir acurrucado. Sólo por un rato. Necesitaba descansar algo. Tenía hambre y sed y le dolían las piernas y los brazos y no tenía nada que perder.

Sintió que una mano lo acariciaba.

viernes, 23 de noviembre de 2007

De mudanza

El cangrejo venía arrastrando su enorme pinza por la arena bastante cabreado por intentar habitar el tapón de una botella de agua que las olas habían dejado sobre las rocas. Demasiado ancho y poco profundo. Y encima translúcido.

Tampoco le gustaba mucho la caracola a la que llegó más o menos cuando el sol estaba en lo más alto del cielo. Era enorme, con demasiados pinchos que se enganchaban y era difícil de llevar. Quizá cuando fuese más grande...

Cuando el cielo ya sangraba se encontró la concha grisácea de un caracol. Ligera, cómoda de llevar, compacta y espaciosa. Dio un par de vueltas a una piedra y su reflejo no le convenció. Era demasiado aburrida. Se alejó hacia el sol poniente.

Un par de minutos después de la puesta de sol encontró su lugar definitivo. El pez se alejó nadando en busca de más cangrejos.

Anhelo

Al final de sus días su vida no parecía gran cosa. Había conseguido todo lo que los hombres anhelaban: poder, dinero, mujeres... Pocos países del mundo le eran desconocidos y había tratado de igual a igual a reyes, presidentes y dictadores. Pero mirando por la ventana a los campos verdes bajo la lluvia del atardecer sentía un gran vacío en su interior; algo le faltaba por hacer en la vida... Había tenido hijos, plantado árboles y escrito libros. Sus manos habían firmado sentencias de muerte y concedido indultos imposibles. Ni el sonido de las risas de sus nietos reverberando por los pasillos conseguía desensombrecerle el ánimo.

Los días se hacían más cortos según avanzaba Noviembre y con la creciente oscuridad su vitalidad se le iba escapando con cada exhalación. El miércoles 21 de Diciembre falleció de madrugada.

Nunca probó las pipas Facundo.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Una travesía peligrosa

Pocas veces se había sentido tan mareada. El barco daba vueltas y el sofá en el que descansaba parecía que se la fuese a tragar y soltar un poderoso regüeldo a continuación. Las caras que la rodeaban eran feas y extendían unos brazos que, más que tranquilizarla, juraría que querían quitarle el alma. Y pensar que había pagado para montar... Cerró los ojos, a ver si las cosas mejoraban. Todo seguía moviéndose. No tenía fuerzas para gritar. Se meó. Lloró.

Sonia le pasó un brazo por los hombros mientras la acompañaba al baño para que se asease como pudiese. ¿Qué iba a pensar ahora Carlo de ella? Juró no volver al parque de atracciones.

martes, 20 de noviembre de 2007

¡Guau, guau!

El perro masticaba compulsivamente el hueso de plástico que gritaba como un dibujo animado. O hamburguesa. O zanahoria. O lo que fuera el juguete de los cojones. Menudo piso habían elegido para vivir: buen barrio, tranquilo, más o menos silencioso, cerca de colegios y tiendas... todo lo que necesitaban a mano, sin tener que desplazarse mucho. Pero al casero se le pasó por alto comentarles el detalle del puto perro de la portera y sus manías. Así no había quien trabajara desde casa, joder. El año anterior, cuando vivían en el campo, podían salir a pasear cuando la presión era muy fuerte e incluso pasaban de cuando en cuando unos días en el monte. Pero ahora, con el nuevo giro que habían dado las cosas, tocaba vivir en la ciudad y trabajar desde casa.

Dos días después, Eneko compró en la farmacia dos pares de tapones para el ruido y una caja de Gelocatil. No servía.

El viernes Ainhoa pasó por el Mercadona del barrio y se subió casi 50 euros en botellas. Ninguna era de refrescos.

Al día siguiente ambos fueron a comprar costo. El vodka cumplía bastante bien y podía soportarse al perro. Con un peta cargadito seguramente hasta se reirían del bicho y la gorda.

La madrugada de ese mismo domingo los bomberos desalojaron el 41 de la calle Dromedario aunque la estructura seguramente no había sido dañada por la explosión del 4ºB. Había dos cadáveres en ese apartamento reventados por la explosión, un infarto en el 2ºB -moriría camino al hospital- y ataques de ansiedad de distinto grado que afectaban a varios vecinos.

El telediario de sobremesa abrió con la noticia de un comando de ETA que había fallecido al detonarles el artefacto explosivo que manipulaban durante la madrugada. A Bartolo Bueno, sentado en su sofá con su copa de anís, le pareció odioso el perro que sujetaba entre sus brazos una vecina del inmueble afectado y que no paraba de ladrar mientras entrevistaban a su dueña.

lunes, 19 de noviembre de 2007

El impulso

Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. El tictac del reloj la estaba volviendo loca. En su habitación, a oscuras, metida en la cama con las sábanas subidas hasta la frente y el tictac que no dejaba de sonar. Aunque se tapase los oídos con la almohada. A su lado, el desconocido que se había traído a casa respiraba suave y plácidamente. Ojalá roncase, así no oiría el tictac que se le clavaba en el pensamiento.

Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Las manecillas fosforescentes marcaban las cuatro menos cuarto de la mañana. En la calle una gata maullaba mientras se oía a unos gatos pelearse entre cubos de basura. Tic. Tac. Tic. Tac. Y el cabrón de al lado durmiendo como un bendito. Hijo de puta.

Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Sólo habían pasado diez minutos más. Aflojó los puños. Se le estaban clavando las uñas. Llevó la mano izquierda a la boca y lamió la palma. No sabía a sangre. Acercó su cara al rostro del chico y respiró el aliento dulzón de un borracho. Sentía asco. Asco y envidia de aquel cabrón que se la había tirado y ahora dormía como un bebé mientras ella daba vueltas en la cama llena de angustia. Y ni un puto abrazo le daba, ni unas palabras reconfortantes.

Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac. Las cuatro y cinco. No aguantaba más. Quería llorar o gritar o matar. Ese hijo de la gran puta no se iba a salir con la suya. Eso no iba a quedar así; ¿se había creído que podía venir a follársela a su cama y luego dormirse mientras ella se volvía loca? Tic. Tac. Sabía que era una locura hacerlo. Tic. Tac. Encendió la luz. Iba a cometer una estupidez. Seguro que se arrepentiría mañana. Toda su vida. Tic. Tac. Abrió el cajón de la mesilla con cuidado de no hacer ruido y sacó una navajita...

El sol debía estar muy alto cuando se despertó, entraba con fuerza por las rendijas de la persiana. Instintivamente miró el reloj. Marcaba las cuatro y cinco. Al lado, junto a la navaja, un par de pilas. Se giró y acarició la entrepierna del hombre. Ya se inventaría una excusa para faltar al trabajo.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Rutina

La mosca daba vueltas y vueltas sin encontrar un lugar donde quedarse. El sonido de las teclas acompañando al ruidoso ventilador del ordenador se difuminaba hacia las oscuridades de su mente de donde no escapaba y un cigarro negro churretoso de saliva se le quemaba entre los labios agrietados de fumador veterano. Su vida de informático no había variado mucho estos años: seguía solo y los gatos se le morían de diarrea.

Las 22:23, en menos de diez minutos apagaría el ordenador y estaría bajando por las escaleras de la oficina para coger el metro y llegar a casa. Poco antes de las 23h entraba en su domicilio, se quitaba los zapatos y entraba en la cocina. Abrió el arcón y sacó medio hígado humano. Le quedaba media pierna en el congelador y tupper de glúteo con alubias y pimentón. El fin de semana tendría que buscar una nueva prostituta.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Y seguía nevando

Y seguía nevando. Otra noche más. Las ramas de los árboles comenzaban a doblarse y algunas se rompían con horribles chasquidos. En sus madrigueras, los animales cerraban sus ojos para morir en paz, sin aire para respirar.

¿Era hermosa la muerte?

viernes, 16 de noviembre de 2007

Canción de cuna

Los copos de nieve caían en silencio sobre las copas ya blancas de los abetos que se recortaban en el cielo negro del horizonte. El muro de nubes pronto cubriría la luna llena y el paisaje se sumiría en una noche plomiza en la que el juego de la vida y la muerte se detendría hasta el amanecer. En el bosque, esa noche no sucedía nada.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Azul

Tenía auténtica obsesión por las luces azules. El último disco duro externo que se compró lo hizo porque se iluminaba con una pastosa luz azulada, no porque lo necesitara. Las pilas del reloj le duraban poco más de un mes, siempre le daba a la luz nocturna para disfrutar de su luminosidad. Las teclas de su móvil despedían luz azul y se suicidó metiendo en la bañera un matamoscas eléctrico.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Lo peor que podía pasar

El posavasos de corcho flotaba en un charco de cerveza que se extendía por la barra. Un triste y casposo tugurio de viejos en el que su poco dinero le permitía emborracharse. Y vaya si se lo permitía. El truco estaba en ir con el estómago vacío y así el kalimotxo subía más. Luego, cuando ya el frío se le hubiera metido bien en los huesos, tocaba salir y meterse en los chinos de enfrente. Una barra de pan y a matar el hambre. El pan también ayudaba a frenar la cagalera del día siguiente.

Esa noche iba realmente ciego, del revés. La media barra que se había comido quería escaparse de su estómago, la otra la había dejado en algún banco. Iba a vomitar. Vomitó y se quedó dormido entre tropezones de pan y morado. No llegó a ver a la pandilla que se le acercaba...

Cuando despertó, la cabeza aún le daba vueltas y sentía el cuerpo magullado. Algo no iba bien, seguro. Se sentó y vio en qué estado lo habían dejado. Sus gritos de angustia desgarraron el cielo de Madrid. Llevaba un lujoso traje italiano y un maletín de piel de cabra descansaba en su regazo. Un Rolex marcaba en su muñeca las 2:34. Dios..., ¿qué le habían hecho?

martes, 13 de noviembre de 2007

Marcelo

Las antenas de la hormiga palpaban el aire como si tratasen de mullirlo. Marcelo la miraba atentamente bajo la luz de una única vela. La hormiga encontró una miga de pan, sin corteza, e hincó su maxilar en ella. Poco a poco, la fue arrastrando por el suelo hacia la grieta de la pared por la que había salido. Marcelo estaba maravillado. A sus dos añitos aún estaba descubriendo el mundo desde cerca del suelo en vez de por presunciones como las personas mayores, y todo era maravilloso. Se acercó a la hormiga. La miró fijamente.

Se la papó. Después se lamió las pelotas y se enroscó en un rincón a dormir.

lunes, 12 de noviembre de 2007

De vacaciones

Los dos hermanos podían ver las trémulas luces de la ciudad que bullía de actividad a pesar de la noche que imperaba desde horas antes. Según cabalgaban hacia sus puertas los bordes del camino se iban llenando de basura y asfalto. ¡Cómo había cambiado todo en estos años! Tiempo atrás todo aparecía lleno de huertos y sembrados y ahora las casas trepaban hasta los acantilados marinos y los picos de las montañas. Increíble. Los habitantes de la isla habían facilitado enormemente su trabajo.

El hambre y la enfermedad se miraron y sonrieron. Se lo iban a pasar bien.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Arte

Los paisajes del cuadro parecían amarillear como agostados por el tiempo. El pintor, frente a su obra, se mesaba nervioso el bigote y seguía sin saber qué hacer. A su lado, el conde se quejaba de los vívidos tonos de rosa que inundaban los rasgos y ropas de los personajes. Las esporas de hongo que pululaban por el taller del pintor no estaban muy contentas con el aceite de linaza que empapaba los pigmentos.

Los críticos alababan con copiosos calificativos la obra de aquel genio incomprendido de mediados del siglo pasado. Al ladrón le pareció una obra menor, sobrevalorada, pero él no sabía tanto de pintura como para mantener una opinión firme. El intermediario lo sentía arder en sus manos, era un gran golpe, quizá demasiado grande. El dueño final se sintió satisfecho de su última adquisición; se sirvió una vaso de Oporto y bajó unos minutos al cuarto de los trofeos a saborear la copa mientras admiraba su colección. Llegó el mayordomo con un mensaje y subió a su dormitorio para esnifar medio gramo de coca. Cumpliría con las dos prostitutas que acababan de llegar.

Qué subjetivo es el arte.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Noche de paz

Esa noche de Navidad un manto de calma parecía haber caído sobre la tierra. El cielo se veía despejado y, sin embargo, los copos seguían cayendo y depositándose unos sobre otros con cuidado de no hacer ruido. El silencio era hermoso y nadie, ni un despistado gato callejero, perturbaba su quietud. Nadie había sobrevivido en la isla a la brutal erupción.

viernes, 9 de noviembre de 2007

El fin del mundo

El mundo estaba loco, todo se venía abajo. La gente, los árboles, los animales. Todo cuanto una vez tuvo sentido ahora no era sino una mezcolanza de seres sin ninguna relación de armonía. El agujero de ozono, el cambio climático, accidentes nucleares, contaminación, guerras. Al principio trató de refugiarse en las iglesias, café para el alma, pero las palabras vacías de esos falsos profetas se mezclaban en la cacofonía de un planeta que crujía porque se rompía. La ciencia, puta inmunda, se vendía a los viejos vestidos de sudor ajeno. ¿Filosofía? Palabras con las que locos entre los locos montaban un Babel de juguete.

Y ahora, en este ocaso de los tiempos, el Universo mismo enloquecía. Ni los astros se salvaban de la orgía. La noche volvía al día. Por donde el cielo se veía claro, comenzaba a despuntar el sol y se asomaba de nuevo por el horizonte. Era el fin de todo, un atardecer al revés. Se asomó al acantilado y, con los primeros rayos del sol, saltó.

Pobre idiota, amanecía.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Una moneda

No encontraba la moneda que buscaba. Ni en la cartera, ni el los bolsillos, ni suelta en el bolso... Menuda faena. La culpa de todo la tenía aquel hombre; había sentido pena por aquel negro asustado acurrucado junto a un papel con dos moneditas de 1 y 2 céntimos encima y le echó medio euro. El negro le dedico una sincera sonrisa triste y ella se alejó sin mirarle a los ojos. Y ahora, en mitad del parking del supermercado, cualquier carrito le pedía impertinente esa moneda para soltar su cadena. ¿Y qué iba a hacer ahora? Eso le pasaba por ayudar a esos vagos y maleantes que venían a España a robar.

Cabreada, se volvió al coche y se largó chirriando las ruedas a otro centro comercial.

Hissein Sarr pudo comprarse esa noche una barrita de pan y, mientras la mordisqueaba, mentalmente dio gracias a aquel ángel que le había regalado esa moneda amarilla.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

La metamorfosis

Sin embargo, las cosas no iban tan mal como se temía. A través de las rendijas de las paredes del vagón se observaba un paisaje de estepa que palidecía bajo la luna. No hacía mucho que otros prisioneros habían viajado hacinados en un vagón similar con destino a los crematorios de Birkenau. Él, al menos, tenía una oportunidad. Atrapado con otros cerdos iba camino del matadero.

La noche anterior se había acostado tras cenar pollo asado que había sobrado del mediodía -ni siquiera era cerdo- y hacía un par de horas que se había despertado en ese vagón rodeado de marranos. Y todos coincidían en que iban directos al matadero -unos pocos insistían en que eso de los mataderos era un invento de los mayores para que los lechones se portaran bien, pero en el fondo no se lo creían y sus ojos destilaban miedo-. Él, cuando se abrieran las puertas del vagón y los sacasen, podría gritar que era Antonio Amadeo Madariaga Arrasate, y que todo era un error. Y las cosas se solucionarían. Se acostó de lado y se durmió.

-¡Oink, oink! -dijo un cerdo mirando a los ojos a Manolo. En vez de seguir a los demás hacia la rampa del camión, el cerdo insistía: "Oink, oink". Y se quedaba mirando.

A base de palos, el bicho subió.

martes, 6 de noviembre de 2007

Cabreo

Esa noche Miguel Ángel estuvo tentado de subirse al andamio y reventar la cara de Moisés.

lunes, 5 de noviembre de 2007

1 000 000

Su amiga -una perra- dormía acurrucada junto a la hoguera. El aire de otoño era fresco y claro y el cielo negro se veía salpicado de millones de puntos de diverso brillo y color. La lanza reposaba apoyada en una roca y el riachuelo rompía el silencio con su cantar colina abajo. Dejó una ardilla sobre unas brasas y se comió unas bayas mientras observaba el amanecer de una luna casi llena. Un rato después soñaba que se caía de un árbol.

Sucedió en Madrid hace exactamente un millón de días.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Ilusiones

La suya no era una historia que valiese la pena contar. Una de tantas vidas llenas de fragmentos de sueños rotos que aún no se han arrojado al vertedero del olvido sino que siguen provocando heridas cuando uno no pone cuidado al rebuscar en la memoria. En su garita de bedel veía pasar los días y las mismas caras con distintas ropas. Los libros que se traía para estudiar habían dado paso a otros para entretenerse, a revistas, a pasatiempos, a mirar a través de los cristales de su jaula.

Sólo en uno de los diarios locales apareció una breve reseña sobre un hombre de 46 años que había ingresado cadáver por sobredosis de somníferos. Por la tarde el colegio ya tenía un sustituto.

sábado, 3 de noviembre de 2007

El arqueólogo

El tomo que sostenían sus manos no tenía razón de ser. La obra escrita por un dios a lo largo de los siglos y que empequeñecería cualquier intento humano por alcanzar la inmortalidad a través de las letras. Le ardía la cabeza sólo de pensarlo. Cerró los ojos y abrió el libro por algún lugar al azar. Respiró hondo. Una. Dos. Tres inspiraciones. Era el momento. Abrió los ojos y leyó:
-¡Grua!, ¡grua!, ¡grua!
En la poza había un Cerdito
vivito y guarreando,
con el barro de la poza,
el cerdito jugando.

Cayó fulminado.

··oOo··

El texto del tal dios no es sino un fragmento de La pata mete la pata de Gloria Fuertes (1917-1998). Que cada uno le dé la lectura que quiera.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Apresada

Ese ventanuco era todo cuanto le unía al mundo real. Agobiada por el peso de las cadenas, de la humedad, del hambre y el desánimo, se arrastraba por las noches en su celda y sólo callaban sus lamentos cuando los primeros rayos de sol golpeaban en las mohosas piedras de la pared. No recordaba su edad, su nombre, su crimen. Sólo vivía cada día un día más para ver el sol y recordar los juegos y risas en la pradera junto al río cuando era niña.

Las grabaciones eran fascinantes. De los calabozos de aquel castillo burgalés provenían algunas de las psicofonías más melancólicas y aterradoras de toda España.

jueves, 1 de noviembre de 2007

El mayor engaño

Hubo un tiempo en el que la gente no tenía edad y sólo vivían el día a día. El sol asomaba entre las montañas, el mar, los árboles o la planicie y los hombres comenzaban su rutina diaria hasta que, de nuevo, el sol se hundía y les dejaba descansar. La validez de una persona no se basaba en cuántos años tenía sino en qué sabía hacer y cómo lo hacía.

Decenas de miles de años después añoramos ese mundo de libertad del que nos arrancó la invención del tiempo. El objeto último del trabajo es el de ganar un dinero ilusorio para comprar promesas de disfrute de tiempo libre. Pobres imbéciles, el tiempo siempre ha sido nuestro.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Sometiendo el tiempo

Sólo era un arco de piedra en una muralla romana pero había visto pasar a innumerables personas. Desde los esclavos que levantaron la fortificación a los últimos chavales que la ensuciaban con sus grafitis. Habían hecho el amor bajo sus piedras, fornicado con prostitutas, asesinado por despecho, matado por hambre, nacido al resguardo de la lluvia y el frío, vomitado, meado, cagado, pasado ejércitos vencedores y despojos vencidos, escupido, resbalado y aguantado o bien caído. Incluso tres personas murieron de muerte natural apoyados en su pared. ¡Cuántas cosas pueden hacer los hombres a lo largo de veinte siglos!

Macario, el alcalde, tiró de la palanca que le indicó aquel chaparro obrero sudamericano y la bola de acero derribó sin remordimiento aquellas viejas piedras.

martes, 30 de octubre de 2007

Sueños

Era el suyo el trabajo más denigrado por los dioses y, sin embargo, uno de los más hermosos a su parecer. Así que, de todo el panteón olímpico, él había aceptado con gusto esa tarea y la ejercía desde tiempos inmemoriales. Él era quien recogía los sueños perdidos de los hombres y con ellos alimentaba a los Oneiroi que acechaban las mentes de los mortales. Pero a él le gustaba entretenerse mirando cada fragmento de sueño que recogía, tratando de imaginar quién lo soñó, sus inquietudes, sus anhelos, sus miedos; por qué desechó ese sueño y cuáles habría consumado...

Los dioses no podían soñar. Era una debilidad de los hombres.

La situación perfecta

Todo cuanto quedaba de valor del naufragio era una caja herméticamente sellada que contenía, además de ropas, dos botellas de Oporto, una de Jerez, una bolsa de tabaco -no había pipa-, un paquete de hojas con el membrete de un bufete de abogados y un par de lápices. Muchas veces se había planteado que podría escribir en estado puro si se encontrase en una isla desierta donde nadie le molestase y hubiera comida en abundancia. Ahora tenía la oportunidad. Tomó un lápiz, le sacó punta frotándolo contra una roca de basalto y posó la punta sobre el primero de los papeles. No podía tampoco escribir cualquier cosa y desperdiciar papel y lápiz en bobadas de las que se arrepintiese. Se puso a pensar cuidadosamente en las palabras que diría. ¿Qué quería narrar?

Los marineros que encontraron el esqueleto se preguntaron por qué había un taco de hojas desgastado del manoseo y un lápiz mordisqueado y ninguna palabra fruto de ambos.

domingo, 28 de octubre de 2007

La primera ONG

Ese general que comandaba a su tropas hacia una muerte segura pero necesaria -según el estado mayor- tuvo sus escarceos de juventud con las letras de la mano de su desconocida Fábula del ratón y la mariquita, carente de todo valor literario desde cualquier punto de vista por benévolo que fuese. Néstor, su amigo desde la infancia -y uno de los pocos lectores que tuvo la fábula-, actual propietario de la mitad de los almacenes de algodón del principal puerto atlántico, tuvo un sueño la noche de Navidad; al día siguiente ya tenía escriturada la venta de buena parte de sus almacenes y con la pequeña fortuna que consiguió, compró carros, libros, cuadernos y lápices y fletó su pequeña caravana por todo el país con la idea de extender el amor por la literatura en los más pequeños.

sábado, 27 de octubre de 2007

Él ya no va a volver

No tenía mucho sentido seguir esperando. Él no iba a volver. Cada mañana, ella se acercaba a la playa y se quedaba durante horas sentada, esperándole bajo el sol, deseando ver su sonrisa y disfrutar del frescor que traía a su vida. Y algo le decía que ya no volvería a verlo, que había un mar de por medio. Y volvía a casa. Y entonces bebía hasta no poder más.

Seguramente habían deportado a ese chico congoleño que vendía bebidas con su neverita azul llena de hielo.

viernes, 26 de octubre de 2007

Hipoteca

Ya tenía impreso el cartel:


SE ALQUILA



El papel fosforito era muy blando. Así no serviría. Cogió un par de monedas del frutero y bajó a la papelería a por una cartulina resistente, un acetato para transparencias y una barra de pegamento. De vuelta en casa, pegó el papel a la cartulina y el acetato al papel con cuidado de no manchar las letras. Mucho mejor. Se había comprado el piso con toda la ilusión del mundo pero la hipoteca la estaba asfixiando, y más ahora que había enviudado. No le quedaba más remedio. Guardó el cartel en el bolso y se fue a la parada del autobús.

Ya en la Casa de Campo, se sentó en el tocón de un chopo que había invadido con sus ramas la carretera y con el cartel tapó su coño desnudo. No le quedaba más remedio.

jueves, 25 de octubre de 2007

Levadura

Quería sentirse levadura en una cuba de vino. Durante el segundo año de carrera, allá por 2003, visitó con la universidad unas bodegas en tierras de Murcia y quedó prendado de la inteligencia de la Saccharomyces cerevisiae, a quien le debía el pan, el vino o la cerveza (más adelante supo que también le debía el Miso que tanto le gustaba de la dieta macrobiótica).

En esas cosas iba pensando cuando un camionero borracho (de vino) invadió su carril y lo aplastó junto a su moto.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El cazador

Otra vez la misma historia. Y mira que no aprendía. La misma equivocación una y otra vez. Hasta la nausea. Sintió el tirón que indicaba el viaje hacia su nueva reencarnación y perdió todo recuerdo al encontrarse en aquel diminuto cigoto de oveja.

El universo lloraba.

martes, 23 de octubre de 2007

Pintando

El cuadro iba guiando con ternura el pincel del pintor. Así, tras años de maduración, es como un cuadro aprendía a ser pintado y podía mostrarse en todo su esplendor. Todo lienzo soñaba con ser uno de esos escogidos tocados por un cuadro magistral, por uno de aquellos cuadros que sabían como manejar un buen pintor.

lunes, 22 de octubre de 2007

Yermos páramos

Quería volar como las águilas que acechaban en los cielos de su tierra. Poder alzarse sobre las nubes y escapar de toda esa gentuza que le rodeaba. Mediocridad. Envidia. Avaricia... Cualquiera de esas palabras los describía con franqueza. La vida del campo era dura pero había sitio para todos. Y aún así, esa tierra que amaba era explotada y violada sistemáticamente.

Eso de ahí era un cebo envenenado. Algo cruel y que mataba indiscriminadamente. Le daba ganas de vomitar.

Y vomitó. Vomitó sangre y partes del cebo a medio digerir. Sólo era un zorro más.

domingo, 21 de octubre de 2007

Juegos de guerra

Frente a él se encontraban dos de sus enemigos. No quería matar o morir, pero la consecución de ese deseo no dependía de él. Aunque quisiera, ya no podía desertar. No en el campo de batalla, en medio del fragor cuidadosamente diseñado por los estrategas y con la vida de su familia pendiente de su desempeño.

Le llegó la orden por el intercomunicador. A por el jinete enemigo. Calando la bayoneta, se lanzó por el abrupto terreno hacia el hombre montado que le miraba con ojos aterrorizados mientras permanecía inmóvil sobre su caballo. Hincó la hoja en su cuello y el hombre cayó como un fardo. Él se arrodilló para recuperar el aliento. En algún otro lugar del campo de batalla tendría lugar otra escaramuza. Una nueva orden directa para él -¿tan seguido?-. Adelante al frente, sin mirar atrás. Corrió. Corrió con todas sus ganas; no habría enfrentamiento en este momento. Llegó al punto designado y, segundos después, fue iluminado por un foco desde el cielo. No, no podía ser... ¡Estaba salvado!

El helicóptero aterrizó donde segundos antes había estado él; fuera ya del campo de batalla, volvería a ver a los suyos y vivir una vida plena. No se lo podía haber imaginado un par de turnos antes. Había promocionado... La única manera que tenía un peón de ajedrez biológico de escapar con vida del tablero. Lo sentía por los del helicóptero de remplazo.

sábado, 20 de octubre de 2007

Enferma

La enfermedad se iba extendiendo por toda su piel, que adquiría un tono macilento, cenizo, apagado. Lo poco que aún cubría su coronilla iba desapareciendo a marchas forzadas y la fiebre no le bajaba. Al contrario, iba subiendo unas décimas y el esfuerzo de los científicos no lograba bajar su temperatura a niveles normales. Eso si se ponían de acuerdo, porque nadie conseguía dar un diagnóstico definitivo. A pesar de haber estado sana hasta unos pocos años antes -con sus más y sus menos, claro, pero nada de gravedad-, esta vez parecía que la cosa iba en serio y todo apuntaba a una metástasis o una septicemia.

De momento tenía que dar otra vuelta. El año siguiente podría ser el definitivo; estaba prevista una nueva Cumbre de la Tierra para tratar de atajar sus problemas. Quizá el Ser Humano no se comportase como un virus después de todo...

viernes, 19 de octubre de 2007

Preguntas

Todos los días, tras cenar una frugal sopa de maíz, se sentaba en la roca a mirar a las estrellas, como le había enseñado su abuelo cuando no era más que un niño. En algún lugar de lo que siglos más tarde sería conocido como Nuevo México se escondía su poblado de piedra, un pedazo de vida enquistado en medio del polvo. Las lluvias tendrían que llegar pronto, no más de otra luna, o sería demasiado tarde para sus campos y el hambre se los comería.

Los científicos que habían descubierto la ingeniosa red de túneles y canales con la que se las arreglaban los pobladores del desierto de Nuevo México para obtener el agua eran los candidatos favoritos a llevarse el XXVII Premio Nacional de Arqueología de 2001. A ningún miembro del jurado, tras fallar por unanimidad a su favor, parecía habérsele ocurrido cuestionarse por qué demonios se había extinguido entonces esta civilización.

Cabrón

Que no. Que no iba a decirlo. No le iba a dar esa satisfacción al cabrón que tenía delante. Estaba harta de esa cara de salido, de ese hijoputa que la trataba como si fuera una mercancía y no una persona. Estaba harta de ese tipejo que no paraba de decirle lo que tenía que hacer, que le pedía el dinero que ella había ganado honradamente a cambio de... ¿a cambio de qué? Si les hacía lo mismo a otras mujeres y ninguna conseguía nada en limpio. Pero se iba a acabar. De esta vez no pasaba. Puerta. El mierda ese sólo se merecía que le dejase por otra persona que realmente pudiese darle lo que se merecía.

- Mire, que no. Que me cambio de autoescuela.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Humanidad

"No quiero seguir oyendo voces. No quiero seguir viendo luces. No quiero que me zarandeen como a un pelele. Quiero sentir calor. Quiero escuchar música. Quiero el bote naranja."
Los científicos que habían diseñado el prototipo de red de ordenadores que imitaba al cerebro humano no sabían si habían tenido éxito o fracasado estrepitosamente.

martes, 16 de octubre de 2007

Una luz que se apaga

La habitación estaba a oscuras salvo por la luz temblorosa de una vela. La llama se reflejaba en los ojos llorosos de una madre que sujetaba en brazos a su niño y le cantaba. Acabó la canción, tomó aire como en un suspiro y lo soltó. La habitación quedó a oscuras.

-Feliz cumpleaños, mi vida -le susurró. Posó sus labios en la frente del bebé.

lunes, 15 de octubre de 2007

Escribo

Palabras. Palabras y más palabras. Las palabras se amontonaban en su lengua, en sus oídos, en la punta de sus dedos. Cada vez más numerosas, como la espuma de las olas de un mar embravecido que quieren hacer suyo al náufrago que grita porque quiere vivir. Las palabras se le meten por los ojos, por la boca, por los oídos; sus pulmones están llenos de ellas y las palabras desgarran las venas por las que circulan, afiladas. Luego el dolor se hace llano y las palabras, arrepentidas, se van.

domingo, 14 de octubre de 2007

Algiófone

Pocos mortales deseaban la suerte de Prometeo, inmortal condenado a morir cada día al ser su hígado devorado por un águila por la noche y crecerle éste por el día.

Zeus otorgó el don de ver la belleza oculta en cada cosa existente a una hermosa poetisa llamada Algiofone, a quien aupó a escondidas de los demás dioses al Olimpo para deleitarse cada noche con sus palabras sin querer compartirlas con nadie más. Acertó a ver un fatídico día a Algiofone susurrando unas palabras a Iris a través de un ventanuco. Así era como los hombres perderían el miedo a los dioses. Esa noche se acercó a la poetisa tras escuchar sus dulces palabras y le concedió la inmortalidad a su cuerpo y espíritu. A cambio, el cruel castigo de quitarle el don del lenguaje hablado y escrito.

Y así, miles de años después, deambula entre nosotros una joven sin voz con el alma desgarrada entre tanta belleza y la incapacidad de inmortalizarla.

sábado, 13 de octubre de 2007

Mimbre

Los dedos del anciano entretejían las fibras de mimbre con una habilidad infinitamente superior a la que avalarían sus ojos casi ciegos de cataratas. No había tenido hijos y jamás quiso aprendiz alguno; su arte se iría con él al lugar en el que nada tiene ya importancia. Hacía bastante calor a pesar de ser de noche y el aire era seco, muy seco. Ya no sentía la mordida del hambre y refrescaba su boca cuando descansaba sus dedos con el poco agua que quedaba en el botijo. Desde hacía un par de días, los moribundos que gemían agazapados en las sombras de las callejuelas habían dejado de suplicar. Ciertamente él era el último. Terminó de entrelazar un par de fibras y dejó que la tapa se secara al sol mientras se encendía uno de los dos pitillos que le quedaban.

Arrojó la colilla e hizo crujir la tapa de mimbre con ambas manos. Resistía perfectamente. Se la llevó a su sitio y se tumbó un rato. Se hubiera comido un trozo de queso y un buen vaso de clarete de haber sido posible. Luego se fumó el otro cigarro y probó la tapa. Encajaba a la perfección. Y eso que la había hecho a ojo y de memoria. Una pena que todo se perdiera. Cerró lo ojos y se dejó morir en su ataúd de mimbre.

Marte

Y por la noche al acostarse todo ruido se apagaba, las heridas se cerraban y los muertos silenciaban sus lamentos. Sólo así se mantenía cuerdo.

jueves, 11 de octubre de 2007

Psicofonías

El cementerio de escritores resultaba de lo más aburrido. Habían sido tan fantasmas en vida...

miércoles, 10 de octubre de 2007

Éxodo

Estaba agotada de caminar bajo el sol de la estepa todo el día, pero no podía detenerse. El movimiento de la espalda de la compañera que le precedía debía ser tan hipnótico para ella como el suyo propio para la que venía detrás; no se sentía capaz de romper filas y desertar. Se suponía que no mucho más adelante estaría el bosque donde podrían acampar y esconderse de los enemigos que atacarían desde el aire.

Iba completamente distraída cuando se topó con su compañera de delante casi a la vez que se le vino encima la de atrás. Definitivamente, iba a morir así.

Con las bicis a un lado del camino, Paco le enseñaba a su hijo Fede cómo las procesionarias del pino se apelotonaban y no sabían salir del atolladero cuando se aplastaba a una de las que iba en cabeza.

martes, 9 de octubre de 2007

Atrapada

La telaraña en la que había caído era una de las más bellas creaciones de todos los tiempos. Indefensa, inmóvil, incapaz de luchar contra las cuerdas que tejían su destino, se abandonaba. Sentía cómo por su espalda se acercaba el monstruo que había dado forma a la red que la tenía atrapada y, finalmente, dejó caer sus brazos inertes.

Ludwig apoyó la mano en el hombro de Giulietta, intérprete y dedicataria de su Claro de Luna.

lunes, 8 de octubre de 2007

Hace frío

Todo estaba oscuro y neblinoso y el cielo carecía de luna o estrellas. Sentía frío y no se oía nada. Corriendo por la trinchera trató de encontrar a algún otro soldado pero todo estaba vacío salvo por extrañas sombras que percibía por el rabillo del ojo y desaparecían cuando trataba de fijarse en ellas. Sentía mucho miedo. Casi tanto como frío.

Frente a él se hallaba un soldado a quien no conocía y que a su vez le miraba con el rostro contraído de pánico. Se acercaron el uno al otro y, tras un fragmento de eternidad, uno tomó la mano que el otro le ofrecía. Se sentían muy solos.

El comandante estaba muy satisfecho. Al parecer, esa noche, sólo habían caído un zapador y un correo.

domingo, 7 de octubre de 2007

Secretos de mujer

Hoy iba a decirle que la amaba. De hoy no pasaría. Hacía un par de años que la conoció cuando empezó a trabajar en el edificio en el que ella estaba y, en silencio, los recelos del principio fueron templándose hasta que un día no pudo ya negar que buscaba estar cerca de ella a todas horas. Era una locura, tenía marido y dos mellizos de poco más de dos años y no podía echar su vida por la borda de ese modo, no se lo merecían. Por eso seguía amándola en silencio.

Nunca antes se había sentido atraída por otras mujeres y cuando su amiga le confesó en los baños del instituto mientras fumaban un cigarrillo a medias que estaba enamorada de ella desde primaria, asustada, se fue corriendo y dejó que el tiempo devorara aquella amistad.

Ahí estaba ahora: unos pasos por detrás de la mujer a la que amaba, las manos sudorosas, inspirando profundamente para captar el olor del sudor en su pelo. Entraron en la sala y ella le ayudó a tumbarse en la cama. El pelo le caía en ondas castañas por los bordes de la camilla y su pecho subía y bajaba entrecortadamente. Acercó sus labios a la cabecera y susurró las palabras al oído de la otra mujer. Era casi medianoche.

El corazón de Myrta Sullivan dejó de latir a las 12:02 de ese 3 de febrero. La segunda mujer ejecutada en la prisión en lo que iba de año.

sábado, 6 de octubre de 2007

Un banco vacío

Ese banco del parque siempre permanecía vacío. Lo cierto es que el parque había conocido tiempos mucho mejores, con niños jugando a la pelota, enamorados arrullándose o solitarios leyendo sus libros tumbados en la hierba. Ahora sólo se veían islas de hierba muerta entre la arena estéril y montones de basura dispersa entre la que destacaban envoltorios multicolores de chucherías, añicos de botellas que brillaban al sol y bolsas de supermercado. Aún así, los otros bancos solían estar ocupados por jóvenes y sus ciclomotores, mendigos y borrachos o ancianos deseosos de conversación, según el momento del día y el día que fuera.

Estaba muy triste. En ese banco bajo su copa nunca había nadie.

viernes, 5 de octubre de 2007

Sai

Más de cuarenta años llevaba siguiendo ciegamente a su maestro, observando cada gesto, escuchando cada palabra. Cuarenta años en los que, paso tras paso, sentía que su yo crecía más allá de los límites físicos de su cuerpo y se expandía hacia fuera y hacia dentro.

Una hermosa mañana de primavera ambos monjes llegaron a un risco que el camino bordeaba bajo el cual un pastor recostado contra la piedra observaba a sus ovejas pastar. Un pedazo de pan ácimo, un trozo de queso, una manzana verde y una pequeña calabaza de agua reposaban en un saliente de roca, fuera del alcance del cachorrillo que acompañaba al pastor.

··oOo··

Años después, como ermitaño a quien innumerables monjes venían a admirar desde la distancia y cuya única compañía era la de ese perro decrépito, Sai, aún se preguntaba qué hizo que su maestro se sentara junto a aquel hombre y, con una sonrisa de niño, dejara de hablar y le indicara con un índice tembloroso el camino por el que habían venido.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Donde se funden fuego, mar y tierra

Era el atardecer más bonito que había visto nunca. Desde donde estaba, se podían ver las colinas teñidas de oro y rojo bajar ardiendo hacia un mar embravecido por la furia del viento. El sol se hundía tras una isla recortada en el cielo más rojo que se podía haber imaginado. Increíble. Qué luz. Se notaba la mano de Dios en cada detalle.

Solía tenerles manía a las marinas, pero esta exposición monográfica le había roto los esquemas.

martes, 2 de octubre de 2007

¿Para?

No había conejos blancos ni sonrisas sin gato ni ella se llamaba Alicia. Y su país era un auténtico infierno de monotonía y gente que se ponía el yugo y las orejeras que ella trataba de quitarles. ¿Por qué necesitaba ayudar a otros para ayudarse a sí misma? No valía la pena seguir luchando, todo era en vano. Mañana iría a la oficina y se centraría en su trabajo.

Mientras tanto, el mundo sin ella era cada día un poquito más feo.

lunes, 1 de octubre de 2007

Perra vida

Estaba al borde de sus fuerzas, sediento, cansado, asustado. Todo el día luchando por sacar adelante a sus hijos y llevar un poco de pan, de fruta, de lo que fuera, a su hogar. En el cielo se apretujaban nubes rechonchas que no se atrevían a dejar agua y las farolas del barrio hacía meses que no se encendían. Mejor así, nadie le vería hurgar en los cubos de basura.

Bajó el bordillo de la acera y se puso a cruzar. El chirrido de unas ruedas dio paso a un coche que rugió al aparecer por la esquina y le deslumbró con sus faros. Corrió a toda velocidad hacia la otra acera. Nunca llegó.

El pequeño Matías Baute, de cinco años, fue la envidia de sus amigos cuando les enseñó el ratoncito aplastado que se encontró por la mañana al salir de casa.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Ya no


La Tierra entera lloraba, desposeída de toda vida que una vez tuvo. Ya no había agua que cubriese como un fino manto la aspereza de su roca y que fue madre de la vida. Ya nunca más hollarían su superficie diminutas aglomeraciones autorreplicantes basadas en el carbono. Ya no sería Ella quien diera fruto a la especie que trascendería la materia y tiempo del Universo y se erigiría en su propio Dios.

Pulsando en la imagen anterior -es real, sólo se ha realzado el color- ésta se amplía. Un poco más arriba de donde acaban los anillos brillantes por la izquierda puede verse un punto. Es este planeta desde el que escribo, fotografiado por la sonda Cassini desde detrás de Saturno hace un año. Qué decir.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Entuertos

El viento de un precioso anochecer maltrataba las hojas del libro, una copia de El Quijote con tapas de piel desgastadas por el uso. Ahora nadie más lo leería y algún día de temporal el mar acabaría tragándoselo. Junto a él, en la arena, yacía el cadáver aún templado del anciano que había pasado las últimas décadas compartiendo su tiempo con Alonso y Sancho hasta formar parte del mismísimo sueño enfermizo de Cervantes.

Tardarían más de cincuenta años en redescubrir la isla a la que Pedro Gutiérrez, natural de Albacete, había llegado como único superviviente del naufragio del Nuestra Señora del Pinar.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Hambre

"Las raíces no hieren la tierra, se unen a ella.
Así llegan las palabras del que escribe a la mente del lector."
Luego, a la hora del café, iría a comprar el Marca. Era más interesante y el papel aguantaba mejor la grasa de la tortilla.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Hambre

"La muerte de una semilla es el nacimiento de un árbol.
Así, de los pensamientos de un escritor nacen sus cuentos."
-Menuda gilipollez -dijo el obrero tras leer el papel con el que había envuelto el bocadillo.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Ocaso

Los días parecían más breves desde la mecedora. Antes podía caminar por los jardines y echarles el pan que guardaba de la comida a los pajarillos que se reunían alrededor del banco que había bajo el olmo. Pero en esta residencia las cosas eran distintas, y las pastillas le quitaban el deseo de hacer cosas. Después de la siesta los celadores le sentaban en la mecedora y ahí se quedaba mirando cómo caía el sol hasta la hora de la cena. Luego unos se quedarían viendo la tele -sólo una hora- y a otros se los llevarían a acostar para que leyeran o escucharan música hasta que llegara la hora de dormir.

Ahora, a sus 23 años, recordaba esos momentos de felicidad mientras el sacerdote le trazaba una cruz de óleo en la frente. Las correas estaban sujetas con firmeza. En unos instantes se llenaría la cámara de gas.

martes, 25 de septiembre de 2007

Vidas paralelas

Desde su nacimiento -nacieron el mismo día, a la misma hora, en el mismo sitio-, compartieron destino. Iban juntas a todas partes, pasaron por las mismas manos que. unas veces las acariciaban, otras las manoseaban de un modo asqueroso y las usaban para conseguir placeres de todo tipo. Siempre juntas, viajaron por toda Europa y alguna que otra escapada a lugares más remotos, pero no encontraban su sitio. No podían echar raíces. Unos meses atrás estuvieron encerradas en un lugar claustrofóbico por el que sólo entraba una rendija de luz, finalmente alguien las sacó de ahí junto con otras prisioneras y fueron entregadas con las otras a un señor de aspecto huraño a cambio de unos papeles...

Cuántas aventuras habían pasado juntas, y se sentían igual de válidas que cuando empezaron sus andanzas. Pero les había llegado su hora. Los que más les entristecía era que nunca se habían llegado a ver, a pesar de haber estado juntas toda su vida, de saber que el destino de una iba irremediablemente unido al de la otra. De haber podido pedir un último deseo, ambas hubieran elegido verse, conocer al fin el rostro de la otra. Pero eso no sería posible. El ruido de la trituradora era ya ensordecedor. Las dos caras de esa moneda de un euro pronto desaparecerían.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Curioso

Era el suyo un trabajo, cuanto menos, curioso. ¿Cuánta gente viviría gracias a su arte, cuántos habrían muerto? Vendettas, celos, traiciones, pasiones, dinero, amor... Con cuidado de no inhalar los vapores, vertió los polvos del frasquito metálico en la redoma llena de alcohol, cerró la boca con un corcho y la movió en suaves círculos. El alcohol iba tomando un color verde cada vez más intenso. Tras unos minutos, vertió la tintura en el alambique y lo puso a destilar.

Entregó la cápsula al emisario y recibió un saquito con varias monedas de oro. ¿Quién iba a matar a quién con su veneno; qué le motivaba a hacerlo?

Era un trabajo curioso, ciertamente.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Chrysopoeia

El acelerador de partículas ronroneaba mientras el Dr. Sánchez ultimaba los cálculos. Si todo iba bien, el chorro de protones lograría crear uno de neutrones que, a su vez, incidirían sobre la muestra de estudio y verificarían su teoría o la alejarían de la inmortalidad de las bibliotecas y las aulas.

Apretó la tecla.

La muestra metálica fue avasallada por miríadas de neutrones que violaron su misma esencia, arrancando partes de ella e incrustándose en su estructura. Montones de extrañas partículas surgieron y se escurrieron por los bordes del tiempo hasta ser atrapados por él y aniquilados.

Desde otra escala, surgieron millones de diminutos universos, nanocosmos que se expandieron, generaron sus propias leyes físicas y se llenaron de cuerpos celestes, estrellas, galaxias, planetas... Mundos en los que aparecieron primitivas civilizaciones que prosperaron, pelearon, se extinguieron... Maravillosas obras literarias, pictóricas, musicales, escultóricas que inmortalizaron a sus creadores hasta el final de los tiempos.

El Dr. Sánchez se quitó las gafas después de comprobar los datos en la pantalla y se secó el sudor del entrecejo con la manga de la bata. El experimento había sido un fracaso.

Al otro lado de la puerta

No entró. Esa noche no lo hizo. Con la mano apoyada en la puerta estuvo largo rato cabizbajo, pensando en si debía o no dar el paso. Podía oír los quedos jadeos al otro lado, ahogados por la fuerza de la vergüenza. No, no era esa la noche en que entraría para acabar con todo.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Dos mundos

No pasaba nada por su mente. Eso decían los médicos. Que su cuerpo estaba vivo pero su mente no. Unos decían que eso ya no era su hija sino sólo el cuerpo en el que ella estuvo. Otros decían que su hija seguía viva y que era un crimen dejar que muriera. Ella no sabía qué hacer. El dinero se le agotaba y tenía que vivir su propia vida.

El alma de su hija, desgarrada entre dos mundos a los que no pertenecía, no podía decirle que la quería.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Tiempo

Las ruinas del templo miraban cabizbajas a la selva empapada por la lluvia. Desgastadas por el tiempo y los elementos, su vida se desvanecía un poquito más con cada sol que se ponía. Hacía mucho tiempo que los últimos restos de quienes los levantaron habían vuelto a la tierra que les dio la vida.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Alubias

El tarro de cristal estaba lleno de alubias rojas y brillantes. El viejo feriante se liaba un cigarro con el tabaco que sacaba de las colillas que había ido recogiendo y no parecía prestarle mucha atención.

-Mil quinientas cincuenta y ocho -dijo el chiquillo. El hombre se encendió el cigarro con un chisquero al que casi no le quedaba cuerda. Le ignoró. -Le digo que hay mil quinientas cincuenta y ocho judías, señor -el hombre siguió sin responder-.

El chico se alejó corriendo y desapareció tras un puesto de mazorcas asadas. El viejo recogió entonces el frasco, plegó la mesita y metió ambos en la carretilla de madera que usaba como asiento. Se alejó empujándola con ambas manos mientras de su boca colgaba el cigarro apagado por la humedad del tabaco.

Esa noche, puso a hervir agua en la hoguera de su campamento. Echó un terrón de sal gruesa y un buen puñado de las alubias del frasco. Luego se recostó sobre la hierba, sacó la petaca de su abrigo y le dio un buen trago mientras miraba unas estrellas especialmente brillantes. El chico se merecía una vida mejor que la suya.

martes, 18 de septiembre de 2007

El fugitivo

Solía subir todas las noches a mirar las luces de la ciudad que titilaban al fondo del valle. Recordaba tiempos felices, momentos aciagos, risas, sexo, brumas de vino y opio y el brillo del acero que le alejó para siempre de su amada tierra.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Arqueología

El astronauta fijó los anclajes al artefacto metálico y la grúa lo atrajo hacia el interior de la nave. Era un objeto esférico, de un par de metros de diámetro y que emitía una señal cíclica de radio por la cual lo habían podido detectar e interceptar. Lo llevaron de vuelta a la superficie del planeta y los científicos se hicieron cargo.

Los estudios demostraron que aquel objeto tenía varias decenas de miles de años. También que mucho tiempo atrás hubo una civilización en ese mismo tercer planeta de la estrella que los iluminaba. Los antiguos lo llamaban Tierra.

domingo, 16 de septiembre de 2007

osrevinU

Llegó el momento en el que Dios tuvo que ponerse a desmantelar el Universo que había creado tiempo atrás. Le sobraron tres días.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Enamorado

La jarra llevaba un buen rato vacía llena de marcas de espuma reseca. Sobre la mesa de madera sobada, pintada, arañada y ensuciada yacían cáscaras de pistacho, cacahuetes, pipas y almendras. El cenicero estaba vacío. Era un sábado de septiembre y seguía yendo todos los fines de semana al tugurio donde la vio a principios de julio. Bostezó sin poderlo evitar y se levantó a por otra jarra con pasos tambaleantes.

Cuando le despertó el viejecito que barría el serrín del local aún le quedaba media jarra. Le dolía muchísimo la cabeza y sentía los ojos como si un gato se los hubiera arañado. Se levantó y trató de articular un hasta luego mientras arrastraba los pies hacia la puerta con el cierre a medio bajar y se sintió un fracaso. Al menos esta vez no se había vomitado encima.

viernes, 14 de septiembre de 2007

9:34:37

Era la culminación del experimento que llevaba desarrollando toda su vida. Las manecillas del reloj marcaban las 9:34:26. En el papel estaba escrito 9:34:37. 11 segundos y la manecilla daría sentido a toda una vida llena de privaciones o la anularía por completo. El segundero rojo tropezaba en las cercanías del alargado VI en letras doradas pero conseguía avanzar. Sabía que no podía equivocarse, pero el miedo trataba de apoderarse de su mente. 9:34:32. Parecía detenerse. Seguía. 9:34:35. Iba demasiado rápido. O no. 9:34:36. 9:34:37. La manecilla quería saltar un escalón más pero no podía y sus coletazos se extinguieron hacia un silencio eterno. El reloj se detuvo a las 9:34:37. El anciano se quitó las gafas y con una sonrisa de niño se levanto de la mesa. Ya era capaz de calcular cuánto duraba la cuerda de su reloj. Ahora ya podía hacer lo que se antojara sin temor a perder el tiempo.

Tomó su abrigo y salió a tomarse un vino caliente para celebrar su nonagésimo cumpleaños.

Noctilucas

Era aún más hermoso de lo que esperaba. Desde que alguna tarde llena de sopor de un verano lejano vio en un documental las imágenes, se le antojó presenciar el juego de luces de las noctilucas:


Ahora, postrado en su lecho de muerte a finales del siglo XXI se preguntaba cuándo se habían extinguido. Cerró de nuevo sus párpados y volvió a verlas.

Tampoco Luis supo cuándo se fue su padre. Cerró los ojos y volvió a verlo.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Oscuridad

No existían soles en ese mundo. Sólo una noche negra y eterna en la que los seres se topaban unos con otro sin previo aviso y vivían con la congoja de no saber cuándo ni cómo les llegaría el alimento o el fin. No tenían un inicio, unos progenitores; su primer recuerdo era el de vagar en la noche sin rumbo, sin motivo.

Así de horrendo era el mundo de las ideas.

martes, 11 de septiembre de 2007

Otra historia sin importancia

Los niños dormían acurrucados en el catre como perrillos de una misma camada. Fuera hacía mucho viento y la nieve se levantaba del suelo para danzar con el viento y molestar a los pocos que aún andaban por las calles. Tenía su puñal sobre la mesa, junto a un mendrugo de pan endurecido, una buena porción de corteza de queso y un vaso de algo que podía servir tanto como bebida para olvidar como para aliñar una ensalada o macerar un pescado.

Estaba harta de prostituirse, de que hombres y mujeres la pegaran después de usarla, de enfermedades y de hambre. Desde poco después de que su marido se fuese como miliciano había tenido que vivir como una viuda, lo fuera o no. Bebió un buen trago.

El fuego del hogar se quedó en rescoldos y la habitación quedaba sumida en una roja penumbra. Sus críos dormían y pasarían mucho frío si no conseguía un poco más de leña. Se acabó el vaso, tomó el puñal y se abrigó para salir a la calle.

Cuando el mayor de los niños abrió los ojos por la mañana la palangana estaba helada.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El escritor

El cielo comenzaba a clarear cuando la última mancha de tinta quedó seca para siempre. El escritor no supo decir si en ese momento caía dormido o se despertaba.

Las palabras

Las palabras no dejaban de jugar extasiadas sobre el papel. Después de tantos días atrapadas en el tintero, el escritor por fin las había soltado.

Así no hay quien escriba, pensó el escritor. Soltó la pluma, dejó a las palabras solas, y se fue a mirar las estrellas.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Tenues soplidos

La más leve brisa lanzaba granos de arena por encima de la cresta de la duna que caían suavemente por el otro lado. En otras ocasiones el viento no se acordaba de ese remoto lugar en el desierto y la arena permanecía inmóvil durante días enteros. Luego volvería a soplar y la caricia de nuevo movería los granos. Y la montaña, muchos soles después, se perdería en el horizonte.

Así, con esa constancia, es como los pequeños hombres son capaces de grandes cosas.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Vida

Los primeros rayos del sol acariciaban los pétalos aún llenos de rocío que se abrían más despacio de lo que el impaciente ojo de un humano podía ver. El cielo estaba teñido de un rojo sucio que no quería desaparecer con el paso de las horas y pequeños demonios de viento se llevaban el polvo de un lugar a otro en sus torbellinos.

Ya no había humanos para ver cómo se abría esta pequeña flor casi un año después del holocausto nuclear. Su especie se había extinguido hacía varios millones de años y ahora, con la herida abierta a la tierra, había aflorado y renacía con las primeras lluvias que volvían a empapar un terreno sediento. Ni siquiera los hombres podían matar a la Vida.

viernes, 7 de septiembre de 2007

El ojo del portero

El tío de arriba debía ser escritor o algo así. No solía salir de casa casi nunca y cuando lo hacía llevaba un fajo de papeles bajo el brazo y volvía de vacío, con una botella de vodka como mucho. Nunca le visitaba nadie y sólo se trajo un par de putas en los últimos cuatro o cinco meses.

Llevaba más de una semana sin verlo cuando oyó que tocaban a la puerta del escritor. No hubo contestación. Insistieron. Nada. No se oía ninguna voz. Se asomó a su mirilla. Después, unos pasos por la escalera hasta que apareció un cartero con un sobre que tocó su puerta. Dejó pasar unos segundos prudenciales y abrió con la cadena puesta.

Minutos después tenía un sobre certificado a nombre de un tal Helgi Gunnarsson a cambio de su firma. No podía aguantar la tentación y puso agua a hervir. Abrió el sobre sin romperlo y extrajo una carta con diez billetes de 500€ colocados en el pliegue.

Cuando llegó la policía a primeros del mes siguiente por una denuncia de malos olores por parte de un vecino, el portero llevaba diez días en paradero desconocido. Tuvo que ser un cerrajero quien abriera la puerta donde se encontró el cuerpo de un escritor con indicios de haber muerto de inanición.

jueves, 6 de septiembre de 2007

De nuevo

Con los grilletes mordiendo sus muñecas heridas se sentía de nuevo a salvo. En la celda el aire era más fresco y los guardias dejaban de pegarle. Colgado de los brazos podía entonces recostarse en la pared, cerrar los ojos y volver con los suyos hasta que lo despertasen de nuevo.

Una larga historia

A pesar de todo iba sonriendo.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

En el fango

Un soldado más marchando sobre un terreno cubierto de barro y sangre. Cabizbajo, sólo es capaz de dar un paso más desde el anterior porque le tranquiliza ver cómo su pie se acerca desde atrás para hundirse en el fango. Son decenas, muchos más que los supervivientes de otras compañías, pero nadie habla. Arrecia la lluvia. Quiere fumarse un pitillo pero lo dejó hace meses y no tiene tabaco para liar.

··oOo··


No siente dolor. Tumbado en el fango bocabajo, se da cuenta de que sólo puede mover la cabeza y la deja de lado para poder respirar. No sabe si le faltan las piernas, los brazos o está entero. Podría perfectamente ser una cabeza sin cuerpo. Pero sabe que no es así porque está consciente. Seguramente morirá en unas horas o días, tumbado en el fango, esperando una ayuda que sabe que no llegará. A su lado pasa un hombre cabizabajo que se mira los pies. Quiere gritar. Su cuerpo no le obedece.

martes, 4 de septiembre de 2007

Algún día

Se sentía como un elefante. El animal más poderoso de la tierra que se vuelve su propio carcelero cuando le atan un cordel a una pata. Desde el accidente no se atrevía a plantarse ante el espejo y levantar la cabeza. Menos aún a salir de casa.

Bajo el camisón asomaban sus pies llenos de uñas pintadas de negro. No eran feos. Más bien resultaban curiosos. Se acarició con la yema de los dos dedos que le quedaban en una mano la frente, pómulos, mejillas, barbilla. Parecía un filete lleno de nervios. Dejó caer el brazo. Por la ranura que dejaban las cortinas de terciopelo negro se colaba una tarde radiante.

Tomó la jeringuilla y pinchó el frasco de morfina. Cerró los ojos en cuanto comenzó a sonar Beg For Me.

Arte y vida

La mirada lo decía todo. Podía estarse durante horas quieto ante la imagen, saboreando cada trazo que había dejado el pincel del artista sobre un óleo demasiado denso. El pintor no era conocido, seguramente porque sólo se tenía constancia de una obra suya y el lienzo había permanecido en su familia desde hacía varios siglos. Un antepasado suyo.

Ahora era la único de valor que le quedaba en el carrito de supermercado que empujaba por el casco antiguo de la ciudad. Ni se acordaba de qué ciudad era ni si era la misma que le había visto crecer. Los mendigos eran cada vez más rechazados y sufrían más ataques por parte de jóvenes y policía. Ya quedarse durmiendo la mona en la escalera de una iglesia no dejaba dinero suficiente para comprarse otro brick de vino.

Cogió el cuadro y entró en la tienda. El propietario pareció estar a punto de echarle de ahí a escobazos hasta que vio el cuadro que el zarrapastroso llevaba bajo el brazo.

Con los veinte euros pudo darse un festín de anís y jamón de york. Murió de hipotermia esa misma noche en un banco de granito de un parque, sin nombre ni pasado.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Una costa desconocida

La luz de la lámpara era claramente insuficiente. Desde la cubierta del barco la costa se intuía más que verse y sólo la blanca espuma de las olas rompiendo en las rocas indicaba dónde acababa el peligro y comenzaba la muerte.

Su trabajo consistía en cartografiar esas tierras desconocidas y hacer llegar el resultado de vuelta aunque para él pudiese ser un viaje sin retorno. El grafito temblaba en su mano sin llegar a posarse en el pergamino salpicado de agua; sus ojos se movían tratando de encontrar alguna referencia a la que aferrarse...

La oscuridad se hizo más asfixiante por momentos y entonces sintió un tirón hacia atrás. Había fracasado.

Abrió los ojos y encontró un rostro del revés mirándole fijamente a los ojos. Uniforme del Samur.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Exterminio

Se despertó rodeado de otros como él. Sus cuerpos desnudos se apretujaban unos con otros y se sentía rodeado de una atmósfera asfixiante. Todos estaban en silencio, seguramente saltando entre su pasado y un porvenir totalmente desconocido. Él aún no había podido desarrollarse, crecer, establecerse en un lugar y formar una familia. No pedía mucho, sólo un suelo donde echar raíces, sol -le gustaba el buen tiempo- y alimento y agua. Mientras estuviera rodeado de los suyos se sentiría feliz.

Pero no en estas circunstancias. No en esa oscuridad que le acercaba a un futuro que desconocía y que intuía nefasto.

Hubo un temblor muy fuerte seguido de un silencio sepulcral. Luego, tras un pitido en la lejanía, comenzó el calor. Al principio era casi agradable, luego ya pasó a ser incómodo. Seguía subiendo y era insoportable. Sentía su cabeza a punto de estallar y algunos de sus compañeros comenzaron a caer víctimas del infierno en que se estaba convirtiendo su cárcel.

Finalmente reventó.

Van abrió la bolsa de palomitas y las vertió en un bol.

viernes, 31 de agosto de 2007

Yusuf

El burrito hacia girar la noria incansablemente. Vuelta tras vuelta iba siguiendo un nabo que colgaba de un palo frente a él. A unos pocos cientos de metros empezaba el desierto y eran cientos los kilómetros los que los separaban de la ciudad más cercana. Yusuf, sentado en un muro de adobe comido por los años miraba atento al burro, contando en voz baja las vueltas que daba.

Muchos años después, mientras golpeaba a unos presos en la cárcel en la que trabajaba, le vino a la cabeza el recuerdo del burrito. Esa noche no pudo dormir; nunca supo cómo el burrito había desaparecido.

jueves, 30 de agosto de 2007

Tropiezo

Cada vez que salía al escenario le sudaban las manos a chorros y pensaba que se le iba a quebrar la voz al comenzar a cantar. Ya se oía la música de fondo, pronto empezaría el guitarra y el batería y seguirían en penumbra hasta que él saliese corriendo y se pusiera a cantar la primera estrofa del sencillo del disco que estaban promocionando.

Tres compases más y a correr. Salió dando grandes zancadas y llegó al centro del escenario cuando estalló la pirotecnia.

El concierto fue un exitazo. Le dio pena irse cuando la gente aún gritaba y pedía más y más, pero eran órdenes de su manager. En el camerino abrió una lata de cerveza, se tumbó en el sofá, y cerró los ojos para poder recordar. Qué tiempos cuando él estaba ahí abajo, con los demás, creyendo en la música...

miércoles, 29 de agosto de 2007

La oscura verdad

Con mucho sigilo, abrió la puerta y entró en la habitación. Cerró a continuación con cuidado de no hacer ruido y esperó a que sus ojos se acostumbraran a la penumbra. No había penumbra sino una oscuridad impenetrable. Se arriesgó a darle al interruptor.

-¡Click!

La habitación seguía totalmente a oscuras.

-¡Click, click! ¡Click, click, click, click!

martes, 28 de agosto de 2007

El teléfono que no suena

Al teléfono le quedaba aún una raya de batería. Y no sonaba. Llevaba demasiadas horas quieta, mirándolo como si de ese modo no se le escapara por un despiste la llamada que no llegaba. Una pequeña bombilla llena de mugre en una lámpara sin pantalla era la única fuente de luz que había en la estancia.

Miró el paquete y sacó los dos cigarrillos que le quedaban. Luego lo estrujó con rabia y lo arrojó hacia una esquina. Tomó uno entre sus labios y lo prendió. Fumó con ansia la primera mitad, luego se calmó y respiró algo de aire entre calada y calada.

El teléfono seguía sin sonar cuando encendió el segundo. Ya no le quedaban más y lo disfrutaría. Claro que lo disfrutaría. Se levantó, cogió el móvil y lo metió en el bolsillo. Luego se acercó a la cama, cogió el abrigo de lana de él y se lo echó sobre los hombros, arrebujándose para salir a una noche llena de luna llena. El frío le mordía los dedos aunque no soplara más que un susurro de brisa que ni movía las acículas de los pinos. Tosió. Siguió fumándose el cigarro que sujetaba con dedos ateridos de frío mientras su mente divagaba por el pálido bosque hasta que el sabor acre del filtro le devolvió al mundo real. Entró en la casa.

Se sentó en la cama y sacó el móvil. La pantalla se había apagado.

lunes, 27 de agosto de 2007

Crema

La crema se había derramado sobre los papeles. Se le había olvidado cerrarla al mediodía y con el calor que hacía esas días, se había escapado en silencio hacia la blanca explanada cubierta de letras. No era una crema de las caras, que no le hacían efecto; ésta en concreto se la había comprado en el supermercado. El efecto era el mismo: manos cubiertas de llagas. Eso sí, más suaves.

El poema que se había estropeado era uno de los mejores que había escrito durante ese verano; una puta mierda digna de una adolescente paleta y encoñada pero sin faltas de ortografía. Y lo peor de todo es que no le gustaba escribir poesía. Ni leerla. Ni las palabras ni las letras. Él quería ser técnico aeroespacial y su nota de 9.97 de acceso le daba para lo que quisiera. Pero no, a su padre se le había puesto en los cojones que se dejara de tonterías y que hiciese algo de provecho. Que la tecnología no daba de comer y que se dedicara a la poesía o a la filosofía como todo hijo de vecino. Que con tanto inmigrante sofista y postromántico la cosa se estaba poniendo muy mal.

domingo, 26 de agosto de 2007

El teléfono que no suena

Al teléfono le quedaba aún una raya de batería. Y no sonaba. Llevaba demasiadas horas quieta, mirándolo como si de ese modo no se le escapara por un despiste la llamada que no llegaba. Una pequeña bombilla llena de mugre en una lámpara sin pantalla era la única fuente de luz que había en la estancia.

Miró el paquete y sacó los dos cigarrillos que le quedaban. Luego lo estrujó con rabia y lo arrojó hacia una esquina. Tomó uno entre sus labios y lo prendió. Fumó con ansia la primera mitad, luego se calmó y respiró algo de aire entre calada y calada.

Sonó el teléfono. Una. Dos. Tres veces.

-¿Diga? -contestó con forzada despreocupación.
-Hola. ¿Es usted la esposa de Manuel Pacheco? -dijo una voz gris tras el auricular.
-Sí. ¿Qué pasa, quién es usted? -dijo con voz alterada.
-Mire, le llamo del hospital universitario. Su marido ha sufrido un accidente de tráfico... -Por fin. Por fin se libraría de ese hijo de puta. Trató de parecer confundida y la interrumpió.
-Pero... pero... ¿qué ha pasado? ¿Cómo ha sido? -comenzó a sollozar.
-Tranquilícese, señora. Ha sido casi un milagro pero lo hemos conseguido estabilizar y su vida no corre peligro.

Ahora sí que se puso a llorar.

sábado, 25 de agosto de 2007

Tiene narices

Su nariz era la mejor de todo el manicomio. El resto de narices resultaban divertidas, aburridas, inquietas, pasivas, impertinentes, dubitativas... pero ninguna sabía narrar historias como la suya. Cuando los internos eran medicados a las 20:00 ella ultimaba los últimos detalles de la historia que compartiría con el resto de narices durante la hora en que los enfermos se reunían alrededor de la mesa de juegos. Unos jugarían con los puzzles. Otros pintarían cosas que no eran capaces de comprender. Paco se masturbaría mientras Juan, siempre a su lado, se comería algunas cartulinas de colores -nunca las verdes-. El resto hablaría consigo mismo en voz alta o se quedaría callado con sus fantasmas de otro tiempo.

Pero las narices estarían bien atentas a lo que la suya les tenía que contar y después, hasta las 21:00 en que los celadores los acostarían, tendría lugar una mesa redonda sobre el tema que su nariz hubiera propuesto a raíz del relato.

Y él era su agente. Lástima que su nariz tuviera que estar en el manicomio. Si no, habrían ido a todas las conferencias y cursos de verano del país.

viernes, 24 de agosto de 2007

Palabras

Hay días en los que las palabras se atraviesan en el cerebro y se clavan en los ojos de dentro afuera. No salen. El dolor entonces cobra forma y la realidad parece que se proyecta en una sábana blanca que nunca termina de estar enfocada.

Luego hay días en los que uno tiene la certeza de que los ruidos que hace el bosque por la noche son susurros que nos dicen que no estamos solos y que el miedo sólo hiere en soledad.

Y están las palabras que los escritores esconden entre las páginas de sus libros. Palabras que han sido escritas sólo para nosotros, sólo para ese momento.

jueves, 23 de agosto de 2007

Importancia

El pichón miraba con curiosidad por encima del borde de su nido. Abajo dos seres de dos patas hacían ruidos y movían sus extremidades con violencia. No entendía nada.

Vio llegar a su madre y abrió la boca; tenía hambre, como siempre. Su madre regurgitó varias veces cosas ricas y se marchó de nuevo. Volvió a asomarse.

En el suelo, uno de los dos seres yacía inmóvil en un charco de sangre. Otros cuantos seres de dos patas se acercaban a toda prisa y se quedaban alrededor.

Se acurrucó y se durmió de puro aburrimiento.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Prometeo II

Era una Nochebuena muy triste. Era ya incapaz de recordar cuánto tiempo llevaba solo vagando por el mundo, sin nadie con quien compartir sus últimos años de vida. Se sentía muy viejo -y lo era- y deseaba que éstas fueran las últimas navidades que celebrara. Sólo quería abandonar este mundo asqueroso al que había dedicado toda su vida e ilusión para recibir a cambio una gélida indiferencia.

Se tomó una jarra enorme de ponche de huevo -calmaba el dolor de su alma- y salió por la puerta hacia las cuadras. Los renos estaban ya enjaezados y el trineo rebosante de paquetes. Se enfundó su ridículo gorro rojo y partió un año más. Sólo Dios conocía el objeto de su forzada inmortalidad.

martes, 21 de agosto de 2007

El perro de San Roque

El perro de San Roque sí que tenía rabo. Hasta el día en que murió de viejo. Toda la zarabanda que se organizó en torno a la figura de Ramón -O'Raleigh, irlandés, y no Rodríguez o Ramírez como se nos ha hecho llegar- tiene como única razón de ser la necesidad de desviar la atención de la escasa entidad de los milagros de Roque de cara a su canonización.

Roque se dedicó a vagar por Italia entre putas, borrachos y apestados y murió en olor de santidad. Aunque pueda parecer un hecho notable conseguirlo inmerso en ese entorno, no es para tomárselo como un milagro. Así lo hizo notar O'Raleigh, ex-mercenario tullido compañero de andanzas de Roque y su perro.

lunes, 20 de agosto de 2007

El portador de luz

Era un demonio que adoraba las flores. No podía evitarlo, pero cada vez que salía del frío averno para hostigar a los hombres, se quedaba fascinado mirando un campo de amapolas, una margarita solitaria, soplando unos abuelos -sin arrancar la planta- o contando la miríada de diminutas flores moradas que se amontonaban en los cardos borriqueros. Sólo se ponía en marcha para huir del arcángel puñetero que llegaba un rato más tarde para expulsarlo nuevamente a las profundidades.

Las personas hablan de Lucifer, el ángel caído que llevó consigo el fuego para que los hombres tuvieran libre albedrío. Pero nunca hablan del demonio que le dio una paliza cuando cayó en medio de un algodonal al que prendió fuego y que fue posteriormente desterrado.

Multiversos

A ver qué cojones escribo ahora... era el título que le venía una y otra vez a la cabeza. ¿Dónde lo habría visto antes? Tenía una serie de diarios que quería publicar que pedían a gritos ese nombre pero le sonaba tanto el título que temía que fuera algo que hubiera leído tiempo atrás y ocultado en un rincón juguetón de su memoria.

La idea del plagio accidental le rondaba cada día con mayor intensidad así como la idoneidad del nombre. Y ello le angustiaba tanto que se planteó dejar de escribir. Así, poco a poco, se fue apagando su ilusión y un 12 de marzo se quitó la vida.

Lo más triste de esta historia es que es real. Sucedió en uno de los infinitos universos paralelos que no han tenido lugar. O bien este es un relato que ha escrito en uno de tantos universos el autor que tan tristemente se quitó la vida en la realidad. O cualquier otra posibilidad.

sábado, 18 de agosto de 2007

Fiestas

La torta de manteca no tenía manteca. Menuda gracia. Todo el año en la ciudad y cuando volvían para las fiestas no podían comerse una en condiciones. Normal que las señoras volvieran enfadadas al poco de llevárselas y que se pusieran a despotricar en la panadería. No querían que se les devolviera el dinero ni que se les preparasen unas nuevas tortas con manteca para un par de horas después. No, sólo necesitaban despotricar un rato y sentirse importantes. Al final aceptaron el trato a cambio de una retahíla de disculpas y una barra de pan para cada una.

Por la noche, después de la novena, se llevaron sus nuevas tortas -gratuitas- de manteca y mierda de panadero.