viernes, 21 de diciembre de 2007

Mujeres...

Crujientitas. Como a él le gustaban. Las sacó del horno y puso dos en un plato. Seguramente él le diría que le sabían a poco y que le diera alguna más, que eso no era una cena. Pero claro, esa barriga había que bajarla, que a su edad tenía que cuidarse un poco más.

A medianoche se despertó. Su mujer dormía como una bendita. Con todo el cuidado del mundo se vistió y salió a la calle sin hacer ruido. Se sentía culpable por hacerle eso a su esposa, pero no podía evitarlo. Caminaba hacia las afueras de la ciudad, las manos en los bolsillos, donde se reunían putas, marineros, soldados... Esa noche necesitaba al menos dos. No era muy selectivo y no quería que lo viese nadie, así que caminó entre las sombras hasta que localizó a un par de furcias solitarias que bebían de una botella y soltaban desagradables risotadas. Era el momento...

Qué alivio. Paseaba sonriente de vuelta a casa. Su mujer no entendía que a su edad no tenía ni para empezar con dos mujeres. Un ogro como él se quedaba con hambre con sólo dos mujeres, por muy crujientitas que estuvieran.

2 comentarios:

Van dijo...

DIOSSSSSSSSSSS
ES BESTIAL!!!!
DIGNO DE GUIÓN DE EXPEDIENTE X O KOMIK DE "FROM HELL"...alucinada me kedao

Anónimo dijo...

Sobran los comentarios. Genial