lunes, 29 de septiembre de 2008

Sombras

Las sombras se volvían más oscuras cuanto más subía la potencia de la lámpara así que la apagó.

Horror

El reo se sentía horrorizado ante las dos puertas que se abrían ante él. Una le llevaría a una vida incierta en el destierro, la otra a un foso donde permanecería preso hasta el fin de sus días.

Cerro los ojos y respiró profundamente. Y eligió.

No había nada como la seguridad de una celda sin puertas.

domingo, 28 de septiembre de 2008

sábado, 27 de septiembre de 2008

jueves, 25 de septiembre de 2008

Desde las sombras

Las luces de la ciudad teñían de amarillo y negro la fresca noche de otoño. Planeaba en silencio, buscando con la mirada a su presa y, a pesar de la excesiva luminosidad, no iba a rendirse.

Lo localizó. Ahí estaba, agazapado comiendo algo entre las sombras de una azotea. Parecía distraído, una presa fácil. Se acercó en un vuelo completamente silencioso y se arrojó sobre su presa.

Lo había conseguido. Era el segundo francotirador que neutralizaba desde que entró en las fuerzas especiales.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

martes, 23 de septiembre de 2008

Locura

El agua que caía sobre las rocas se convertía en una neblina que el sol devoraba según se alejaba de la cascada. Tras cinco horas de caminar por los riscos pelados este lugar era lo más parecido a un paraíso que podía imaginar: el sonido de la cascada borraba la angustia de sus pensamientos, no había un alma, los árboles y arbustos lucían cargados de frutos de vivos colores y podía beber y chapotear hasta quedar saciado y relajado.

··oOo··

Pronto llegaría el otoño y los días ya se veían más cortos. La neblina de la cascada le helaba los huesos y su continuo atronar resultaba cargante. Además, estaba hasta los cojones de comer fruta silvestre y beber agua. Por no hablar del loco ese que llevaba toda la tarde bañándose en pelotas.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Siete

Dos más tres son siete. Siempre le salía esa cuenta. Maldita sea. Le hubiera gustado aprender a sumar e incluso multiplicar pero ya, con veintiocho años era demasiado tarde. Sabía que eran cinco sí, pero la musiquilla con la que recordaba las sumas le decía siempre siete, siete, siete. Por más que fueran cinco.

Luego estaban los pimientos, que siempre eran tres: dos rojos y uno verde. Pero la suma de dos y tres daba siete. Vamos, que daba cinco, pero le salían siete. De memoria, claro. Con los dedos salían cinco.

No entendía por qué le había tocado este puesto si no sabía aún contar. En fin, el trabajo es el trabajo. A Egipto le tocó aguantar las aguas de sangre y las langostas.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Recuerdos

Las fotos amarilleaban con el paso de los años y con ellas los recuerdos que tenía de quienes en ellas aparecían. No conseguía recordar sus nombres pero aún tenía frescos en su mente los recuerdos de aquellos momentos que compartieron, intensos, inolvidables.

Recordaba con cariño aquellos días como médico en el campo de exterminio.

sábado, 20 de septiembre de 2008

La búsqueda

Tras aquel muro de piedra tenía que encontrarse lo que andaba buscando. La humedad y el calor eran realmente sofocantes y la oscuridad, sólo rota por la linterna que llevaba en la cabeza, no dejaba de agobiarle. Se sentía muy satisfecho de haber llegado hasta allí por sus propios medios y gracias al viejo mapa que encontró rebuscando en los archivos de la biblioteca del museo. Si no, la búsqueda de aquel pedazo de metal hubiera sido vana en semejante laberinto. Dejó a un lado la mochila y empuñó el pico.

Salió a la superficie horas después, victorioso, empuñando la pieza que había bajado a buscar y escuchando emocionado una ovación que nunca tuvo lugar. Una vez más, había sido capaz de localizar y reparar la fuga de agua en los sótanos de un viejo edificio victoriano.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Α y Ω

Α y Ω. Esas dos letras aparecían por todas partes: en las velas, en una especie de bufanda, armarios pequeños, libros... Allá donde mirara se encontraba con esos dos signos. Su presencia era algo que escapaba a su comprensión.

Y ella había sido llamada para limpiarlo todo. La iglesia se había convertido en un lugar sucio, completamente alejado de lo que debía ser. Los curas -supuestamente hombres santos- no eran muy distintos de los pecadores a los que querían salvar y allí por donde pasaban iban dejando su huella, ensuciando ese templo de Dios.

Sus ropas blancas se perdieron en la penumbra. Pronto volvería la iglesia a brillar inmaculada.

Ya era de noche cuando el párroco le dio los 50€ a la señora de la limpieza.

jueves, 18 de septiembre de 2008

El ojo

El mayor número de personas provenían del andén 4 aunque tampoco era un número anormalmente elevado como para sospechar. Cambió la vista a la cámara del aparcamiento. Lo normal para un día de diario a un par de horas del cierre. En los torniquetes de entrada no había nadie en esos momentos, por los de salida pasaban los últimos pasajeros que acababan de apearse en el andén 2. La cámara de la entrada de los baños seguía estropeada aunque el diodo rojo parecía indicar a los que por ahí pasaban que el ojo les vigilaba. En la cámara de la garita de seguridad aparecía una figura con un machete justo a la espalda del agente de seguridad que vigilaba los monitores.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Incertidumbre

Nadie se paraba a mirar el interior de la caja. En la acera, arrebujado en un viejo abrigo, esperaba a que la gente dedicase unos momentos de su tiempo a ver lo que vendía. Pero no, parecían muy ocupados, yendo de un lado a otro como si él no existiera -salvo porque evitaban chocar con él-.

Lo peor de todo era la incertidumbre. Ciertamente no resultaba sencillo ser tetrapléjico ni pobre. Ni ser huérfano y vivir con unos familiares lejanos que sólo le acogían por utilizarlo para mendigar. No. Lo peor era la incertidumbre. Si no llevaba dinero a casa su tío se enfadaría mucho con él, pero era la primera vez que lo sacaban a la calle a vender.

Una chica se paró ante él. Dios mío, estaba perdido. Fingió un ataque de ausencia hasta que aquella hermosa chica se alejó sin decir palabra. No lo soportaba. ¿Qué diantres había en la caja que su tío había puesto a sus pies?

martes, 16 de septiembre de 2008

Burritos

Le encantaban los burritos. No la comida mejicana sino los animales. Desde pequeño solía escaparse siempre que podía de la granja para acercarse a los burros y jugar con ellos. Eso sí, cuando lo encontraban, siempre le caía una buena bronca e, incluso, algún azote para escarmentarlo -no servía de nada-.

Llegó el día en el que compraron un tractor en la granja. Los burros ya no eran necesarios. Lograron vender casi todos a granjas vecinas salvo los dos más viejos. Esos dos ya sólo eran un estorbo y la decisión fue sencilla. Los sacrificaron y se los dieron de comer a los perros.

Esa noche Canelo no fue a jugar con los burros. Estaba empachado de carne.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Los que quedan

En unas cuatro horas se habrían quedado sin oxígeno y el equipo de rescate no daba señales de vida. La verdad es que el batiscafo no resultaba tan claustrofóbico cuando funcionaba, pero eso de quedarse sin oxígeno ni energía a más de seis mil metros de profundidad en el océano daba un poco de angustia. Y ni siquiera podía uno asomarse por la ventanilla para que la última imagen antes de morir fuera la de un hermoso paisaje, un lugar que ningún hombre había mancillado o un oscuro infierno con presencia en el mundo físico. No, sólo le quedaría el recuerdo de la cara fea y asustada del doctor P. Sørensen y las asépticas paredes de la pelota de metal en la que estaban.

Decidieron poco después esperar hasta que casi no les quedase oxígeno y, si el equipo de rescate no aparecía, abrirían las escotillas y dejarían que las aguas abisales se hicieran cargo de sus cuerpos -reventados instantáneamente por la tremenda presión- como alimento para los fascinantes seres que habían bajado a estudiar. Al menos así dejarían un hermoso recuerdo para los que quedaban en tierra.

Al final, tras un largo abrazo, se dispusieron a despresurizar la cabina. No sabían que, tras el holocausto nuclear, con ellos se extinguía la especie humana.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Menuda mierda

Llevaba unas diez hojas del libro cuando se dio cuenta de que aquello era mierda. Aún así, sentía que tenía que seguir un poco más, que algo sacaría en limpio de todo aquello. Dos, tres hojas. Nada, ese libro no servía ni para limpiarse el culo.

Lo arrojó a un lado, tiró de la cadena, y fue al lavabo a quitarse la mierda de los dedos. ¿Por qué no habrían puesto un periódico en el váter de esa gasolinera?

sábado, 13 de septiembre de 2008

Dedos

Decían de él que tenía dedos de señorita. Y se sentía muy orgulloso de ello ya que, aunque ahora fuera un viejo más de los que se pudrían en el asilo, años atrás llegó a ser flautista en una de las más importantes orquestas de la región y durante esa etapa de su vida, vivió de ello.

Al menos aún le servían para algo. Salió a dar un paseo por el jardín y se acercó a los setos del fondo. Allí, al otro lado de la verja, un chico le pasó un cartón de tabaco a cambio de las pastillas que les había escamoteado a los celadores.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Esperando al autobús

Tres horas quedaban aún para que saliese el autobús, así que podía darse un paseo de dos horas y media y llegar aún a tiempo de hacer cola antes de que abrieran las puertas. Se echó al hombro su bolsa, sacó un cigarrillo del paquete aplastado que guardaba en el pantalón y se lo puso en la boca en su camino a las escaleras mecánicas.

Fuera hacía un día horrible: sin una sola nube, caluroso. Tenía algo de dinero en el bolsillo -monedas y un par de billetes pequeños- pero no quería gastarlo a no ser que fuera necesario. Tenía ganas de irse ya de esa ciudad llena de vagos y maleantes. Y en un par de horas lo haría. Mira, se tomaría una cervecita para celebrarlo.

A las 19:21 los pasajeros del autobús con destino a Valcepeda se amotinaron en el andén 5: nadie sabía dónde se había metido el conductor.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Seppuku

El peso de la espada ya no resultaba reconfortante en su puño. ¿La edad, la duda? Hubo un tiempo en el que fue un gran guerrero, más honrado que temido. ¿Y ahora? Su brazo temblaba, la hoja más. Viejo, inútil, deshonrado.

Soltó la hoja y tomó la pluma. Ya no tenía honor.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Menudo chasco

Para ser una feria el ambiente era bastante deprimente. No era en absoluto lo que se esperaba. Un mes entero dando la tabarra a su padre para que le llevara a la feria y resulta que no había más que vacas y ovejas.

martes, 9 de septiembre de 2008

La presa

Cuando se subía a la presa las cosas se veían de otra manera. Su vida rutinaria de trabajar para poder pagar un piso, alimento, ropa y caprichos que le permitieran seguir trabajando se disipaba y volvía a sentirse vivo, lleno de emociones. Harto de su trabajo, del trato con la gente, de muchos de sus compañeros, de su soledad; durante esos momentos se reencontraba consigo mismo y se sentía importante, libre, capaz de hacer lo que deseaba hacer en vez de acatar órdenes y tener que ceñirse a unas normas sociales estrictas.

Miró el reloj. Iban a ser y media ya. En nada descargaría. Le encantaba ver como salía el chorro por debajo para aliviar la presión y derramar el líquido vital por monte y valles.

Minutos después llegaba al coche aún sudoroso por el ejercicio. Condujo hasta el control de seguridad, mostró sus credenciales y salió a la carretera. Pensándolo bien, tampoco estaba tan mal su trabajo de funcionario de prisiones.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Momentos de contemplación

El sonido de la lluvia golpeando las hojas era el único que se podía escuchar entre trueno y trueno mientras los animales aguardaban en silencio a que escampase. En momentos como ese, Leo se sentía felizmente solo, como si no hubiera ninguna otra persona en La Tierra, como si las fuerzas de la Naturaleza volviesen a jugar entre sí en busca de un equilibrio vivo y cambiante en el que cada nuevo acontecimiento -muchas veces catastrófico a pequeña escala- modelaba un mundo cada vez más complejo, sano y hermoso. La Naturaleza no era sabia, no pensaba, sencillamente, como un delicado mecanismo que escapaba a su comprensión, funcionaba.

Por fin había dejado de llover. Leo salió de la cabina para subir al camión a las vacas que llevaría al matadero.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Ganas de hablar

Nunca antes se había sentido impulsado a hablar con un desconocido. Pero ya eran varios meses de soledad, y no estaba acostumbrado a ello. No hacía tanto tiempo que vivía en casa con su mujer y su hijo y llegaba cabreado de trabajar y sentía que lo molestaban. Claro que los quería, pero es que lo molestaban, con su cháchara y sus ganas de hablar de nimiedades. Y ahora que estaban separados, se daba cuenta de cuánto los echaba de menos.

Y ahí estaba, sentado frente a un hombre serio y taciturno al que había empezado a ver los últimos días. Y aún no habían cruzado palabra. Finalmente se animó y le preguntó por su familia al secuestrador.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Terrores infantiles

Jonay había cumplido sus cinco años la semana anterior. Ahora y era todo un hombrecito. Y un héroe. Se había jurado acabar con el hombre del saco en cuanto pudiera. Había crecido temiendo encontrarse con él y sus amigos también le tenían miedo. Y así no podían vivir. Él los salvaría.

Los medios informativos echaron la culpa a los videojuegos violentos de que un niño de cinco años hubiera acuchillado en el centro comercial al hombre que hacía de Papá Noel.

Umbrales que no se quieren cruzar

No encontraba ningún motivo para quedarse a ese lado de la puerta. Su familia, sus amigos, sus vecinos... Allí estaban todos reunidos, esperándole. Si su madre no se hubiera id de viaje, ahora nada de esto estaría pasando. Tomó aire con una profunda inspiración, giró el pomo y cruzó el umbral.

Vio pasar su vida ante sus ojos. Imágenes secuanciales e inconexas que le traían recuerdos de su niñez, su juventud, su pubertad... Maldita la hora en que su madre viajó a Canarias y se compró el proyector de diapositivas.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Un instante eterno

Era tan hermosa la puesta de sol desde ahí arriba que le parecía que el tiempo se detenía. Jamás había visto algo tan hermoso, tan sobrecogedor, tan empequeñecedor de su persona y que le acercase tanto a Dios. Pasaban los segundos, los minutos, las horas... y el sol seguía poniéndose, estirando un instante para que quedase grabado en su mente como si no existiera ningún otro recuerdo...

584 días después, asqueado en su soledad por una eterna puesta de sol, Alyosha Gólubev se arrojaba sin traje a la inmensa negrura del espacio.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Dudas

Las polillas se habían comido casi todas sus camisas. No enteras, claro, pero mirándolas a trasluz parecía verse un cielo estrellado. Le asaltaba una duda: ¿cómo habían sobrevivido las polillas hasta que el hombre inventó las telas?

martes, 2 de septiembre de 2008

Prejuicios

Menudo asco de ciudad. Allá donde fuera olía a mierda y la gente le miraba con cara de desaprobación. En su tierra todo el mundo era más abierto, con sus más y sus menos, pero más abiertos al fin y al cabo. Pero aquí le trataban como a un apestado; hasta se levantaban del asiento de al lado en el autobús y se alejaban unos pasos. Y no es que estuviera tan gordo como para que se sintiesen agobiados sino que, seguramente, le hacían el feo porque se le notaba que era de fuera.

Como en su tierra, en ningún sitio.

Era el único que no se daba cuenta de que se había cagado.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Lo peor

Lo peor de trabajar de noche era que de día le tocaba aguantar los ruidos de los vecinos.

Lo peor de haber naufragado es que ahora lo echaba de menos.