martes, 23 de septiembre de 2008

Locura

El agua que caía sobre las rocas se convertía en una neblina que el sol devoraba según se alejaba de la cascada. Tras cinco horas de caminar por los riscos pelados este lugar era lo más parecido a un paraíso que podía imaginar: el sonido de la cascada borraba la angustia de sus pensamientos, no había un alma, los árboles y arbustos lucían cargados de frutos de vivos colores y podía beber y chapotear hasta quedar saciado y relajado.

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Pronto llegaría el otoño y los días ya se veían más cortos. La neblina de la cascada le helaba los huesos y su continuo atronar resultaba cargante. Además, estaba hasta los cojones de comer fruta silvestre y beber agua. Por no hablar del loco ese que llevaba toda la tarde bañándose en pelotas.

2 comentarios:

Van dijo...

aki SI hablas de Free

Anónimo dijo...

Me sentí transportado a ese lugar... sentía las minúsculas esferas de agua como rocío en mi cara. Aunque entraba el otoño seguía siendo un lugar hermoso