sábado, 13 de septiembre de 2008

Dedos

Decían de él que tenía dedos de señorita. Y se sentía muy orgulloso de ello ya que, aunque ahora fuera un viejo más de los que se pudrían en el asilo, años atrás llegó a ser flautista en una de las más importantes orquestas de la región y durante esa etapa de su vida, vivió de ello.

Al menos aún le servían para algo. Salió a dar un paseo por el jardín y se acercó a los setos del fondo. Allí, al otro lado de la verja, un chico le pasó un cartón de tabaco a cambio de las pastillas que les había escamoteado a los celadores.

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