martes, 2 de septiembre de 2008

Prejuicios

Menudo asco de ciudad. Allá donde fuera olía a mierda y la gente le miraba con cara de desaprobación. En su tierra todo el mundo era más abierto, con sus más y sus menos, pero más abiertos al fin y al cabo. Pero aquí le trataban como a un apestado; hasta se levantaban del asiento de al lado en el autobús y se alejaban unos pasos. Y no es que estuviera tan gordo como para que se sintiesen agobiados sino que, seguramente, le hacían el feo porque se le notaba que era de fuera.

Como en su tierra, en ningún sitio.

Era el único que no se daba cuenta de que se había cagado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajajajajajaja, poesito :(