domingo, 7 de septiembre de 2008

Ganas de hablar

Nunca antes se había sentido impulsado a hablar con un desconocido. Pero ya eran varios meses de soledad, y no estaba acostumbrado a ello. No hacía tanto tiempo que vivía en casa con su mujer y su hijo y llegaba cabreado de trabajar y sentía que lo molestaban. Claro que los quería, pero es que lo molestaban, con su cháchara y sus ganas de hablar de nimiedades. Y ahora que estaban separados, se daba cuenta de cuánto los echaba de menos.

Y ahí estaba, sentado frente a un hombre serio y taciturno al que había empezado a ver los últimos días. Y aún no habían cruzado palabra. Finalmente se animó y le preguntó por su familia al secuestrador.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Im-presionante :)