martes, 9 de septiembre de 2008

La presa

Cuando se subía a la presa las cosas se veían de otra manera. Su vida rutinaria de trabajar para poder pagar un piso, alimento, ropa y caprichos que le permitieran seguir trabajando se disipaba y volvía a sentirse vivo, lleno de emociones. Harto de su trabajo, del trato con la gente, de muchos de sus compañeros, de su soledad; durante esos momentos se reencontraba consigo mismo y se sentía importante, libre, capaz de hacer lo que deseaba hacer en vez de acatar órdenes y tener que ceñirse a unas normas sociales estrictas.

Miró el reloj. Iban a ser y media ya. En nada descargaría. Le encantaba ver como salía el chorro por debajo para aliviar la presión y derramar el líquido vital por monte y valles.

Minutos después llegaba al coche aún sudoroso por el ejercicio. Condujo hasta el control de seguridad, mostró sus credenciales y salió a la carretera. Pensándolo bien, tampoco estaba tan mal su trabajo de funcionario de prisiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque no deje comentarios te leo todos los días. Casí siempre es lo primero que hago... A veces sobran las palabras