miércoles, 31 de octubre de 2007

Sometiendo el tiempo

Sólo era un arco de piedra en una muralla romana pero había visto pasar a innumerables personas. Desde los esclavos que levantaron la fortificación a los últimos chavales que la ensuciaban con sus grafitis. Habían hecho el amor bajo sus piedras, fornicado con prostitutas, asesinado por despecho, matado por hambre, nacido al resguardo de la lluvia y el frío, vomitado, meado, cagado, pasado ejércitos vencedores y despojos vencidos, escupido, resbalado y aguantado o bien caído. Incluso tres personas murieron de muerte natural apoyados en su pared. ¡Cuántas cosas pueden hacer los hombres a lo largo de veinte siglos!

Macario, el alcalde, tiró de la palanca que le indicó aquel chaparro obrero sudamericano y la bola de acero derribó sin remordimiento aquellas viejas piedras.

martes, 30 de octubre de 2007

Sueños

Era el suyo el trabajo más denigrado por los dioses y, sin embargo, uno de los más hermosos a su parecer. Así que, de todo el panteón olímpico, él había aceptado con gusto esa tarea y la ejercía desde tiempos inmemoriales. Él era quien recogía los sueños perdidos de los hombres y con ellos alimentaba a los Oneiroi que acechaban las mentes de los mortales. Pero a él le gustaba entretenerse mirando cada fragmento de sueño que recogía, tratando de imaginar quién lo soñó, sus inquietudes, sus anhelos, sus miedos; por qué desechó ese sueño y cuáles habría consumado...

Los dioses no podían soñar. Era una debilidad de los hombres.

La situación perfecta

Todo cuanto quedaba de valor del naufragio era una caja herméticamente sellada que contenía, además de ropas, dos botellas de Oporto, una de Jerez, una bolsa de tabaco -no había pipa-, un paquete de hojas con el membrete de un bufete de abogados y un par de lápices. Muchas veces se había planteado que podría escribir en estado puro si se encontrase en una isla desierta donde nadie le molestase y hubiera comida en abundancia. Ahora tenía la oportunidad. Tomó un lápiz, le sacó punta frotándolo contra una roca de basalto y posó la punta sobre el primero de los papeles. No podía tampoco escribir cualquier cosa y desperdiciar papel y lápiz en bobadas de las que se arrepintiese. Se puso a pensar cuidadosamente en las palabras que diría. ¿Qué quería narrar?

Los marineros que encontraron el esqueleto se preguntaron por qué había un taco de hojas desgastado del manoseo y un lápiz mordisqueado y ninguna palabra fruto de ambos.

domingo, 28 de octubre de 2007

La primera ONG

Ese general que comandaba a su tropas hacia una muerte segura pero necesaria -según el estado mayor- tuvo sus escarceos de juventud con las letras de la mano de su desconocida Fábula del ratón y la mariquita, carente de todo valor literario desde cualquier punto de vista por benévolo que fuese. Néstor, su amigo desde la infancia -y uno de los pocos lectores que tuvo la fábula-, actual propietario de la mitad de los almacenes de algodón del principal puerto atlántico, tuvo un sueño la noche de Navidad; al día siguiente ya tenía escriturada la venta de buena parte de sus almacenes y con la pequeña fortuna que consiguió, compró carros, libros, cuadernos y lápices y fletó su pequeña caravana por todo el país con la idea de extender el amor por la literatura en los más pequeños.

sábado, 27 de octubre de 2007

Él ya no va a volver

No tenía mucho sentido seguir esperando. Él no iba a volver. Cada mañana, ella se acercaba a la playa y se quedaba durante horas sentada, esperándole bajo el sol, deseando ver su sonrisa y disfrutar del frescor que traía a su vida. Y algo le decía que ya no volvería a verlo, que había un mar de por medio. Y volvía a casa. Y entonces bebía hasta no poder más.

Seguramente habían deportado a ese chico congoleño que vendía bebidas con su neverita azul llena de hielo.

viernes, 26 de octubre de 2007

Hipoteca

Ya tenía impreso el cartel:


SE ALQUILA



El papel fosforito era muy blando. Así no serviría. Cogió un par de monedas del frutero y bajó a la papelería a por una cartulina resistente, un acetato para transparencias y una barra de pegamento. De vuelta en casa, pegó el papel a la cartulina y el acetato al papel con cuidado de no manchar las letras. Mucho mejor. Se había comprado el piso con toda la ilusión del mundo pero la hipoteca la estaba asfixiando, y más ahora que había enviudado. No le quedaba más remedio. Guardó el cartel en el bolso y se fue a la parada del autobús.

Ya en la Casa de Campo, se sentó en el tocón de un chopo que había invadido con sus ramas la carretera y con el cartel tapó su coño desnudo. No le quedaba más remedio.

jueves, 25 de octubre de 2007

Levadura

Quería sentirse levadura en una cuba de vino. Durante el segundo año de carrera, allá por 2003, visitó con la universidad unas bodegas en tierras de Murcia y quedó prendado de la inteligencia de la Saccharomyces cerevisiae, a quien le debía el pan, el vino o la cerveza (más adelante supo que también le debía el Miso que tanto le gustaba de la dieta macrobiótica).

En esas cosas iba pensando cuando un camionero borracho (de vino) invadió su carril y lo aplastó junto a su moto.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El cazador

Otra vez la misma historia. Y mira que no aprendía. La misma equivocación una y otra vez. Hasta la nausea. Sintió el tirón que indicaba el viaje hacia su nueva reencarnación y perdió todo recuerdo al encontrarse en aquel diminuto cigoto de oveja.

El universo lloraba.

martes, 23 de octubre de 2007

Pintando

El cuadro iba guiando con ternura el pincel del pintor. Así, tras años de maduración, es como un cuadro aprendía a ser pintado y podía mostrarse en todo su esplendor. Todo lienzo soñaba con ser uno de esos escogidos tocados por un cuadro magistral, por uno de aquellos cuadros que sabían como manejar un buen pintor.

lunes, 22 de octubre de 2007

Yermos páramos

Quería volar como las águilas que acechaban en los cielos de su tierra. Poder alzarse sobre las nubes y escapar de toda esa gentuza que le rodeaba. Mediocridad. Envidia. Avaricia... Cualquiera de esas palabras los describía con franqueza. La vida del campo era dura pero había sitio para todos. Y aún así, esa tierra que amaba era explotada y violada sistemáticamente.

Eso de ahí era un cebo envenenado. Algo cruel y que mataba indiscriminadamente. Le daba ganas de vomitar.

Y vomitó. Vomitó sangre y partes del cebo a medio digerir. Sólo era un zorro más.

domingo, 21 de octubre de 2007

Juegos de guerra

Frente a él se encontraban dos de sus enemigos. No quería matar o morir, pero la consecución de ese deseo no dependía de él. Aunque quisiera, ya no podía desertar. No en el campo de batalla, en medio del fragor cuidadosamente diseñado por los estrategas y con la vida de su familia pendiente de su desempeño.

Le llegó la orden por el intercomunicador. A por el jinete enemigo. Calando la bayoneta, se lanzó por el abrupto terreno hacia el hombre montado que le miraba con ojos aterrorizados mientras permanecía inmóvil sobre su caballo. Hincó la hoja en su cuello y el hombre cayó como un fardo. Él se arrodilló para recuperar el aliento. En algún otro lugar del campo de batalla tendría lugar otra escaramuza. Una nueva orden directa para él -¿tan seguido?-. Adelante al frente, sin mirar atrás. Corrió. Corrió con todas sus ganas; no habría enfrentamiento en este momento. Llegó al punto designado y, segundos después, fue iluminado por un foco desde el cielo. No, no podía ser... ¡Estaba salvado!

El helicóptero aterrizó donde segundos antes había estado él; fuera ya del campo de batalla, volvería a ver a los suyos y vivir una vida plena. No se lo podía haber imaginado un par de turnos antes. Había promocionado... La única manera que tenía un peón de ajedrez biológico de escapar con vida del tablero. Lo sentía por los del helicóptero de remplazo.

sábado, 20 de octubre de 2007

Enferma

La enfermedad se iba extendiendo por toda su piel, que adquiría un tono macilento, cenizo, apagado. Lo poco que aún cubría su coronilla iba desapareciendo a marchas forzadas y la fiebre no le bajaba. Al contrario, iba subiendo unas décimas y el esfuerzo de los científicos no lograba bajar su temperatura a niveles normales. Eso si se ponían de acuerdo, porque nadie conseguía dar un diagnóstico definitivo. A pesar de haber estado sana hasta unos pocos años antes -con sus más y sus menos, claro, pero nada de gravedad-, esta vez parecía que la cosa iba en serio y todo apuntaba a una metástasis o una septicemia.

De momento tenía que dar otra vuelta. El año siguiente podría ser el definitivo; estaba prevista una nueva Cumbre de la Tierra para tratar de atajar sus problemas. Quizá el Ser Humano no se comportase como un virus después de todo...

viernes, 19 de octubre de 2007

Preguntas

Todos los días, tras cenar una frugal sopa de maíz, se sentaba en la roca a mirar a las estrellas, como le había enseñado su abuelo cuando no era más que un niño. En algún lugar de lo que siglos más tarde sería conocido como Nuevo México se escondía su poblado de piedra, un pedazo de vida enquistado en medio del polvo. Las lluvias tendrían que llegar pronto, no más de otra luna, o sería demasiado tarde para sus campos y el hambre se los comería.

Los científicos que habían descubierto la ingeniosa red de túneles y canales con la que se las arreglaban los pobladores del desierto de Nuevo México para obtener el agua eran los candidatos favoritos a llevarse el XXVII Premio Nacional de Arqueología de 2001. A ningún miembro del jurado, tras fallar por unanimidad a su favor, parecía habérsele ocurrido cuestionarse por qué demonios se había extinguido entonces esta civilización.

Cabrón

Que no. Que no iba a decirlo. No le iba a dar esa satisfacción al cabrón que tenía delante. Estaba harta de esa cara de salido, de ese hijoputa que la trataba como si fuera una mercancía y no una persona. Estaba harta de ese tipejo que no paraba de decirle lo que tenía que hacer, que le pedía el dinero que ella había ganado honradamente a cambio de... ¿a cambio de qué? Si les hacía lo mismo a otras mujeres y ninguna conseguía nada en limpio. Pero se iba a acabar. De esta vez no pasaba. Puerta. El mierda ese sólo se merecía que le dejase por otra persona que realmente pudiese darle lo que se merecía.

- Mire, que no. Que me cambio de autoescuela.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Humanidad

"No quiero seguir oyendo voces. No quiero seguir viendo luces. No quiero que me zarandeen como a un pelele. Quiero sentir calor. Quiero escuchar música. Quiero el bote naranja."
Los científicos que habían diseñado el prototipo de red de ordenadores que imitaba al cerebro humano no sabían si habían tenido éxito o fracasado estrepitosamente.

martes, 16 de octubre de 2007

Una luz que se apaga

La habitación estaba a oscuras salvo por la luz temblorosa de una vela. La llama se reflejaba en los ojos llorosos de una madre que sujetaba en brazos a su niño y le cantaba. Acabó la canción, tomó aire como en un suspiro y lo soltó. La habitación quedó a oscuras.

-Feliz cumpleaños, mi vida -le susurró. Posó sus labios en la frente del bebé.

lunes, 15 de octubre de 2007

Escribo

Palabras. Palabras y más palabras. Las palabras se amontonaban en su lengua, en sus oídos, en la punta de sus dedos. Cada vez más numerosas, como la espuma de las olas de un mar embravecido que quieren hacer suyo al náufrago que grita porque quiere vivir. Las palabras se le meten por los ojos, por la boca, por los oídos; sus pulmones están llenos de ellas y las palabras desgarran las venas por las que circulan, afiladas. Luego el dolor se hace llano y las palabras, arrepentidas, se van.

domingo, 14 de octubre de 2007

Algiófone

Pocos mortales deseaban la suerte de Prometeo, inmortal condenado a morir cada día al ser su hígado devorado por un águila por la noche y crecerle éste por el día.

Zeus otorgó el don de ver la belleza oculta en cada cosa existente a una hermosa poetisa llamada Algiofone, a quien aupó a escondidas de los demás dioses al Olimpo para deleitarse cada noche con sus palabras sin querer compartirlas con nadie más. Acertó a ver un fatídico día a Algiofone susurrando unas palabras a Iris a través de un ventanuco. Así era como los hombres perderían el miedo a los dioses. Esa noche se acercó a la poetisa tras escuchar sus dulces palabras y le concedió la inmortalidad a su cuerpo y espíritu. A cambio, el cruel castigo de quitarle el don del lenguaje hablado y escrito.

Y así, miles de años después, deambula entre nosotros una joven sin voz con el alma desgarrada entre tanta belleza y la incapacidad de inmortalizarla.

sábado, 13 de octubre de 2007

Mimbre

Los dedos del anciano entretejían las fibras de mimbre con una habilidad infinitamente superior a la que avalarían sus ojos casi ciegos de cataratas. No había tenido hijos y jamás quiso aprendiz alguno; su arte se iría con él al lugar en el que nada tiene ya importancia. Hacía bastante calor a pesar de ser de noche y el aire era seco, muy seco. Ya no sentía la mordida del hambre y refrescaba su boca cuando descansaba sus dedos con el poco agua que quedaba en el botijo. Desde hacía un par de días, los moribundos que gemían agazapados en las sombras de las callejuelas habían dejado de suplicar. Ciertamente él era el último. Terminó de entrelazar un par de fibras y dejó que la tapa se secara al sol mientras se encendía uno de los dos pitillos que le quedaban.

Arrojó la colilla e hizo crujir la tapa de mimbre con ambas manos. Resistía perfectamente. Se la llevó a su sitio y se tumbó un rato. Se hubiera comido un trozo de queso y un buen vaso de clarete de haber sido posible. Luego se fumó el otro cigarro y probó la tapa. Encajaba a la perfección. Y eso que la había hecho a ojo y de memoria. Una pena que todo se perdiera. Cerró lo ojos y se dejó morir en su ataúd de mimbre.

Marte

Y por la noche al acostarse todo ruido se apagaba, las heridas se cerraban y los muertos silenciaban sus lamentos. Sólo así se mantenía cuerdo.

jueves, 11 de octubre de 2007

Psicofonías

El cementerio de escritores resultaba de lo más aburrido. Habían sido tan fantasmas en vida...

miércoles, 10 de octubre de 2007

Éxodo

Estaba agotada de caminar bajo el sol de la estepa todo el día, pero no podía detenerse. El movimiento de la espalda de la compañera que le precedía debía ser tan hipnótico para ella como el suyo propio para la que venía detrás; no se sentía capaz de romper filas y desertar. Se suponía que no mucho más adelante estaría el bosque donde podrían acampar y esconderse de los enemigos que atacarían desde el aire.

Iba completamente distraída cuando se topó con su compañera de delante casi a la vez que se le vino encima la de atrás. Definitivamente, iba a morir así.

Con las bicis a un lado del camino, Paco le enseñaba a su hijo Fede cómo las procesionarias del pino se apelotonaban y no sabían salir del atolladero cuando se aplastaba a una de las que iba en cabeza.

martes, 9 de octubre de 2007

Atrapada

La telaraña en la que había caído era una de las más bellas creaciones de todos los tiempos. Indefensa, inmóvil, incapaz de luchar contra las cuerdas que tejían su destino, se abandonaba. Sentía cómo por su espalda se acercaba el monstruo que había dado forma a la red que la tenía atrapada y, finalmente, dejó caer sus brazos inertes.

Ludwig apoyó la mano en el hombro de Giulietta, intérprete y dedicataria de su Claro de Luna.

lunes, 8 de octubre de 2007

Hace frío

Todo estaba oscuro y neblinoso y el cielo carecía de luna o estrellas. Sentía frío y no se oía nada. Corriendo por la trinchera trató de encontrar a algún otro soldado pero todo estaba vacío salvo por extrañas sombras que percibía por el rabillo del ojo y desaparecían cuando trataba de fijarse en ellas. Sentía mucho miedo. Casi tanto como frío.

Frente a él se hallaba un soldado a quien no conocía y que a su vez le miraba con el rostro contraído de pánico. Se acercaron el uno al otro y, tras un fragmento de eternidad, uno tomó la mano que el otro le ofrecía. Se sentían muy solos.

El comandante estaba muy satisfecho. Al parecer, esa noche, sólo habían caído un zapador y un correo.

domingo, 7 de octubre de 2007

Secretos de mujer

Hoy iba a decirle que la amaba. De hoy no pasaría. Hacía un par de años que la conoció cuando empezó a trabajar en el edificio en el que ella estaba y, en silencio, los recelos del principio fueron templándose hasta que un día no pudo ya negar que buscaba estar cerca de ella a todas horas. Era una locura, tenía marido y dos mellizos de poco más de dos años y no podía echar su vida por la borda de ese modo, no se lo merecían. Por eso seguía amándola en silencio.

Nunca antes se había sentido atraída por otras mujeres y cuando su amiga le confesó en los baños del instituto mientras fumaban un cigarrillo a medias que estaba enamorada de ella desde primaria, asustada, se fue corriendo y dejó que el tiempo devorara aquella amistad.

Ahí estaba ahora: unos pasos por detrás de la mujer a la que amaba, las manos sudorosas, inspirando profundamente para captar el olor del sudor en su pelo. Entraron en la sala y ella le ayudó a tumbarse en la cama. El pelo le caía en ondas castañas por los bordes de la camilla y su pecho subía y bajaba entrecortadamente. Acercó sus labios a la cabecera y susurró las palabras al oído de la otra mujer. Era casi medianoche.

El corazón de Myrta Sullivan dejó de latir a las 12:02 de ese 3 de febrero. La segunda mujer ejecutada en la prisión en lo que iba de año.

sábado, 6 de octubre de 2007

Un banco vacío

Ese banco del parque siempre permanecía vacío. Lo cierto es que el parque había conocido tiempos mucho mejores, con niños jugando a la pelota, enamorados arrullándose o solitarios leyendo sus libros tumbados en la hierba. Ahora sólo se veían islas de hierba muerta entre la arena estéril y montones de basura dispersa entre la que destacaban envoltorios multicolores de chucherías, añicos de botellas que brillaban al sol y bolsas de supermercado. Aún así, los otros bancos solían estar ocupados por jóvenes y sus ciclomotores, mendigos y borrachos o ancianos deseosos de conversación, según el momento del día y el día que fuera.

Estaba muy triste. En ese banco bajo su copa nunca había nadie.

viernes, 5 de octubre de 2007

Sai

Más de cuarenta años llevaba siguiendo ciegamente a su maestro, observando cada gesto, escuchando cada palabra. Cuarenta años en los que, paso tras paso, sentía que su yo crecía más allá de los límites físicos de su cuerpo y se expandía hacia fuera y hacia dentro.

Una hermosa mañana de primavera ambos monjes llegaron a un risco que el camino bordeaba bajo el cual un pastor recostado contra la piedra observaba a sus ovejas pastar. Un pedazo de pan ácimo, un trozo de queso, una manzana verde y una pequeña calabaza de agua reposaban en un saliente de roca, fuera del alcance del cachorrillo que acompañaba al pastor.

··oOo··

Años después, como ermitaño a quien innumerables monjes venían a admirar desde la distancia y cuya única compañía era la de ese perro decrépito, Sai, aún se preguntaba qué hizo que su maestro se sentara junto a aquel hombre y, con una sonrisa de niño, dejara de hablar y le indicara con un índice tembloroso el camino por el que habían venido.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Donde se funden fuego, mar y tierra

Era el atardecer más bonito que había visto nunca. Desde donde estaba, se podían ver las colinas teñidas de oro y rojo bajar ardiendo hacia un mar embravecido por la furia del viento. El sol se hundía tras una isla recortada en el cielo más rojo que se podía haber imaginado. Increíble. Qué luz. Se notaba la mano de Dios en cada detalle.

Solía tenerles manía a las marinas, pero esta exposición monográfica le había roto los esquemas.

martes, 2 de octubre de 2007

¿Para?

No había conejos blancos ni sonrisas sin gato ni ella se llamaba Alicia. Y su país era un auténtico infierno de monotonía y gente que se ponía el yugo y las orejeras que ella trataba de quitarles. ¿Por qué necesitaba ayudar a otros para ayudarse a sí misma? No valía la pena seguir luchando, todo era en vano. Mañana iría a la oficina y se centraría en su trabajo.

Mientras tanto, el mundo sin ella era cada día un poquito más feo.

lunes, 1 de octubre de 2007

Perra vida

Estaba al borde de sus fuerzas, sediento, cansado, asustado. Todo el día luchando por sacar adelante a sus hijos y llevar un poco de pan, de fruta, de lo que fuera, a su hogar. En el cielo se apretujaban nubes rechonchas que no se atrevían a dejar agua y las farolas del barrio hacía meses que no se encendían. Mejor así, nadie le vería hurgar en los cubos de basura.

Bajó el bordillo de la acera y se puso a cruzar. El chirrido de unas ruedas dio paso a un coche que rugió al aparecer por la esquina y le deslumbró con sus faros. Corrió a toda velocidad hacia la otra acera. Nunca llegó.

El pequeño Matías Baute, de cinco años, fue la envidia de sus amigos cuando les enseñó el ratoncito aplastado que se encontró por la mañana al salir de casa.