jueves, 31 de enero de 2008

Todos empantanados

Por la mañana las bombas dejaban de caer y el cielo se volvía gris. Entonces la mayoría dormía durante un rato a pesar de los disparos que se oían por aquí y por allá y la lluvia seguía cayendo. Luego llegaba otra vez la noche y con ella se borraba cualquier rastro de humanidad de los rostros de quienes se apelotonaban en las trincheras de muertos y barro.

Un par de horas antes del amanecer le tocó el turno -entre otros- a Jérôme. Ese día salió el sol, no llovía.

Aburrimiento

No existían muchas opciones. Su vida era un mortal aburrimiento de deseos cumplidos por encargo y por dinero. Miró al hombre de ojos oscuros que le miraba desde la silla de enfrente con el revólver en la mano. Se lo colocó en la sien y, sin dejar de mirarle, sonrió y apretó el gatillo. Cayó el percutor.

¡Click!

El hombre le pasó el arma y él la tomó. Era hermosa, parecía hecha de plata (¿estaría cromada?) y la empuñadura tenía incrustaciones de marfil. Se acercó el cañón a la nariz y aspiró. olía a metal y grasa. No se había disparado nunca. La subió hasta su sien, bostezó y apretó el gatillo.

martes, 29 de enero de 2008

Un sueño universal

Como cada noche, Dionisio se tomó sus dos pastillas con un vaso de leche templada y se fue al sofa, se tapó con la manta de cuadros y bajó el volumen de la tele a un nivel suficiente para escucharla y que no le despertara cuando cayese dormido. Un concurso, noticias, sorteo y tertulia de imbéciles. La rubía teñida tenía una voz tan desagradable que le conseguía despertar con cada intervención, así que cambió de canal y dejó una película española sobre playas, hombres casados y mujeres del norte de Europa. Sazatornil tenía la voz mucho más agradable. Se durmió.

Con sus sueños, un nuevo universo se creó, repleto de seres que nacían, sentían, se relacionaban y morían; civilizaciones enteras se arrastraban por el tiempo, florecían y súbitamente se extinguían sin dejar casi rastro.

Al alba todo desaparecería.

¿Y su huella?

lunes, 28 de enero de 2008

Ciego

Hace años luchaba por curar la ceguera de quienes me rodeaban.

Hoy vivo aterrado por ser vidente en un mundo carente de luz.

domingo, 27 de enero de 2008

Yoinakuwä

El mono se balanceaba en el árbol que tenía justo encima. Era hermosa la tarde, su luz dorada se filtraba entre las hojas siempreverdes y no sentía ningún miedo. Poco a poco el curare oscureció el mundo hasta que se hizo silencio. Su cuerpo volvía a la tierra.

El traidor Uuwä volvió al poblado con un par de monos y la noticia de que Yoinakuwä había desaparecido. Sólo su viuda supo leer en sus ojos.

sábado, 26 de enero de 2008

Se fue...

El avión que había perdido no se había estrellado. Tirado en el aeropuerto con una inagotable diarrea y sin más que su equipaje, un billete de 10 €, unas pocas monedas y una tarjeta de embarque que no le servía de nada, se sentía la persona más afortunada del mundo por haber llegado tarde a ese vuelo. El amor de su vida no se le había aparecido ni ningún famoso al que siempre hubiera deseado conocer ni una oportunidad de trabajar en algo que le apasionase ni un acontecimiento histórico había tenido lugar con él de testigo.

No. Los periodistas que se recogían habían ido a cubrir el despegue -en su vuelo- de los ganadores y finalistas del festival internacional de tunos y mariachis.

viernes, 25 de enero de 2008

No supieron dónde buscar

No había vida en ese planeta. Definitivamente. La nave se alejó de la órbita y las sondas quedaron en la superficie listas para ser devoradas por el tiempo.

Los fantasmas que vagaban por esas tierras siguieron con sus quehaceres.

jueves, 24 de enero de 2008

Trabajo basura

Por el monitor se veía el paisaje pasar a toda velocidad. Montes y arena como olas en el mar. Todo verde a pesar de ser desierto. A pesar de ser de noche. Al fondo, una mancha blanca se agrandaba y tomaba forma de casas bajas. En el centro de la pantalla, una hacienda cercada por un muro. Después, un resplandor, y la pantalla se puso negra.

Sonaban vítores en el despacho. Otro éxito. Otro señor de la guerra volatilizado en su residencia.

Pero él ya no sentía nada.

miércoles, 23 de enero de 2008

Velas

Norberto Ramos tenía por costumbre encender dos velitas cada domingo en la iglesia. Con una pedía por sus difuntos. Con la otra por su fábrica de velas.

martes, 22 de enero de 2008

...y una vida

Toda su vida pasó ante sus ojos, deteniéndose en los momentos más importantes. Unas dos horas y media después llegaba al momento actual.

En el fondo el cacharro para grabar su vida en formato digital era un ladrón del tiempo presente.

lunes, 21 de enero de 2008

Altramuces

Altramuces. Estaba hasta los cojones de comer altramuces. Todos los putos días iba al bar, se tomaba una caña, y le ponían un platito de loza lleno de esos malditos demonios de color amarillo. Y mira que estaban buenos los hijos de puta.

Cuando se los ponían, se juraba no tocarlos -a ver si Elisa, la dueña del bar, se daba por aludida y le ponía otra cosa-. Cuando llevaba media caña, tomaba uno, le daba un mordisco de canto, y sacaba la legumbre. Mientras la masticaba y saboreaba, dejaba con cuidado el pellejo en un lado del plato. Y ya no comería más. Bueno, otro más, sólo otros dos, o cinco. No más de medio plato.

Mataba de un trago la caña y en el plato no quedaban ni los pellejos. Joder qué ricos. Siempre pagaba con 1,50 € y le dejaba las vueltas a Elisa.

El viernes antes de empezar julio se acercó como de costumbre al bar. Le pidió al chico -el hijo mayor de Elisa, ya lo conocía- una caña. Aceitunas rellenas de pimiento morrón. Era su día. Por fin. Cogió un palillo y pinchó una. La miró a los ojos, y se la llevó a la boca. Qué sabor. Deliciosa. Pinchó otra, y otra, y otra.

Un par de minutos después dejó 1,20 €, media cerveza y cinco aceitunas sobre la barra. Puta mierda de sitio y puta mierda de aperitivos. Ahí no volvía.

domingo, 20 de enero de 2008

Música

Las cuerdas de la guitarra se le resbalaban bajo las yemas de los dedos. Toda la vida tocando la misma melodía y ahora sus dedos no respondían.

Pobre Dios.

sábado, 19 de enero de 2008

Un final inesperado

Los gatos la miraban fijamente cuando se cruzaba en su camino. Más que mostrar curiosidad parecían inquietos, expectantes. La sensación de verse observado por los gatos le hacía sentirse como bajo la luz cegadora de un proyector en el escenario de un teatro. Y todos dejaban de pelearse, comer, limpiarse, copular, jugar e incluso dormir para mirarla. Sintió un escalofrío y siguió por las sucias calles de los suburbios de su ciudad.

Aún se sentía joven y vital aunque ya no era una cría. Y caminar sola por esas calles tan excesivamente silenciosas no le gustaba nada. Pero, hasta que cambiaran las cosas, no le quedaba más remedio. Llegó a un cruce y esperó a que se pusiera verde el semáforo para peatones a pesar de estar la calle vacía. Casi había llegado a la acera de enfrente cuando un deportivo chirriando las ruedas se saltó el semáforo en rojo y la atropelló. Murió en el acto. Salieron gatos de todos los callejones y se lanzaron sobre su cuerpo reventado para darse un festín. No dejaron ni la raspa.

Estos carnavales se iban a quedar sin entierro.

viernes, 18 de enero de 2008

Fantasmas y dioses

Algún día las personas llegarán a entender la verdadera naturaleza de sus fantasmas. Los dioses los pusieron ahí para que no nos demos cuenta de que no existen dioses. El ser humano es responsable de lo que hace. Pero aún más de lo que no hace.

jueves, 17 de enero de 2008

Comida

La alimentación era lo más importante. Uno está hecho de aquello que come.

Esa idea se la inculcaron desde pequeño: su familia, sus profesores, las familias de sus amigos, médicos, libros, televisión, Internet... Ahora, con casi 50 años, no podía quitársela de la cabeza. Frente al espejo, antes de ducharse para ir al trabajo, se agarró un michelín velludo, se tocó el culo fofo y salpicado de pelos vueltos que criaban granos. Su cabeza brillaba demasiado aunque no estaba técnicamente calvo y sus hombros caían hacia delante, como si ya no aguantasen el peso de tantas preocupaciones y frustraciones de poco entidad. ¿Qué comía? Desde que se separó, casi todo eran platos precocinados; daba tanta pereza ponerse a preparar algo para comer... Se metió en la ducha y, mientras se frotaba los cojones jabonosos, tomó la determinación: no comería nada. Pero nada de nada, en la línea de la mejor de las estupideces de un escritor romántico.

Federico murió exactamente tres semanas después. Atropellado por un autobús mientras cruzaba un paso de cebra camino del trabajo. El autobús no paró. No había pasado nada.

miércoles, 16 de enero de 2008

Casa

No quedaban bombillas que funcionaran en la casa salvo la del baño del fondo del sótano. Así que todos los ciudadanos se fueron a refugiar en el apestoso cuchitril. Por el resto de la casa -serena, calma- dormían en la penumbra hasta el alba las personas.

martes, 15 de enero de 2008

Ira

Sólo cuando se corría encima de una puta sentía escaparse su ira con cada chorro de esperma hasta quedarse sudoroso, jadeante, agotado. Luego, antes de perder la erección, pagaba a la prostituta y la echaba de la habitación. Después se abrazaba a la almohada y lloraba y gemía hasta quedarse dormido.

Soñaba entonces con aquellos días en los que sentía hambre por la vida, en los que la devoraba a grandes pedazos como un depredador que no sabe cuándo volverá a comer. Hasta que un buen día, su hambre se sació. Sin más. Y ahora, por más pedazos que le arrancara a mordiscos, ya no la podía tragar.

Horas más tarde, con el sol subiendo con ganas entre los edificios, se vestía e iba a la iglesia, indefectiblemente. Rezaba arrodillado unos minutos y entraba en un viejo confesionario con celosía de madera. Y con cada absolución que concedía, su ira aumentaba.

lunes, 14 de enero de 2008

El andén vacío

El tren tardaba en llegar. Y hacía muchísimo frío en aquel apeadero iluminado por un par de berenjenas de amarillo chillón. El reloj marcaba ya las 10:30, una hora más tarde del momento en el que ella debía haberse bajado del tren. Y en el tren de las 9:30 sólo habían bajado una pareja de ancianos y dos jóvenes con bicicletas de ruedas muy delgadas. Esperaría un rato más, una hora más, a ver si llegaba otro tren y en él volvía su amada, su esperanza. Con la media noche, se mordió el labio inferior, se arrebujó aún más en su abrigo y dirigió sus pasos hacia la oscuridad del camino.

Cuando Paula bajó del tren el primero de Marzo de ese año bisiesto, a las 9:30 de la noche del día siguiente, Jonás no estaba para recogerla. Aún no habían encontrado su cuerpo colgando del árbol donde ambos se juraron amor eterno la víspera de su partida al frente.

domingo, 13 de enero de 2008

Liberación

Cuando despertó no recordaba cómo había llegado hasta ese supermercado. Desde donde estaba, podía ver que no era muy grande, aunque tampoco era una tiendecilla. Podría decirse que era un súper de barrio. A su derecha se amontonaban los tomates encasillados en su papel de verduras-que-se-pueden-amontonar-en-pirámide. A su izquierda las zanahorias, anarquistas donde las hayan. Ella se encontraba rodeada de pimientos que, aunque etiquetados como rojos, aún verdeaban. Encima eso. Enfurruñada, se puso a dormir.

Llegó el momento de la ensalada. No estaba en la casa de unos ancianos, como había apostado consigo misma, sino en un restaurante de comidas caseras. Ahí, una adolescente sudamericana con cara de querer estar en otro sitio cortaba las verduras. Le llegó el turno y sintió cómo se rompían sus ataduras y quedaba libre de todo lo terrenal. Ascendió hacia los cielos y se preguntó a qué coño de dios se le había ocurrido la patochada de dotar de consciencia a las verduras.

sábado, 12 de enero de 2008

En el espejo

El joven Nico se metió en el baño con la vela y el mechero. Encendió el mechero. Con él, la vela. Veía su rostro resaltar en la oscuridad que le devolvía el espejo, alumbrado por la luz anaranjada de la llama. Abrió la portezuela del armarito de baño donde se guardaban todos esos sobres de muestra de jabones y cremas que coleccionaba su madre y acercó el rostro y la llama. Poco a poco, casi con solemnidad, fue girando la puertecilla y el espejo formaba cada vez más imágenes surgiendo del reflejo de un espejo en el otro.

Finalmente, ambos formaron un hilera de llamas que se hundía en la noche unos metros más adelante, dentro del espejo de la pared. Entonces metió la cabeza y miró. Como siempre, su reflejo aparecía alternado: un Nico de frente, una nuca de Nico. Un Nico de frente, una nuca de Nico. Un Nico de frente, una nuca de Nico. Un Nico retorcido en un silencioso grito de agonía.

jueves, 10 de enero de 2008

Lágrimas

El mundo era horrible, abominable, injusto, hostil. Dolía. Y no había nada que hacer.

Llegó el día en que aquel hombre se cansó de llorar. Pudo entonces alzar la vista y observar. Abrir sus oídos y escuchar. Dejar de pensar y comprender.

miércoles, 9 de enero de 2008

Lejos

Mis palabras hay que buscarlas en el lugar donde descansan las civilizaciones olvidadas.

Sueños de un niño

Con los ojos llorosos cubría de tierra el agujero que había cavado en el jardín de su casa. A pesar de lo que dijeran los mayores sobre la vida y la muerte a raíz de su berrinche -o quizá por eso mismo- no pensaba en que así, enterrándola, su mascota fuera a pasar a una vida mejor y más plena.

Todo el mundo, salvo Sara, se había reído cuando les había presentado a Blas, recogido esa misma tarde en el parque. "Raúl, cuando seas más mayor te compraremos un perro. Pero deshazte de eso ahora". Pues peor para ellos, porque Blas iba a ser su amigo para siempre.

Pero a pesar de sus cuidados, con el paso de los días Blas comenzó a tener peor aspecto hasta que le obligaron a enterrarlo detrás de casa. "Cuando seas mayor lo entenderás" le decían sonriendo con cara triste.

Y semanas después Raúl presenció el milagro: donde había enterrado a Blas, ahora brotaba una planta. Riendo, gritando, corriendo, se lo dijo al mundo. Blas, su melocotón-mascota, se había vuelto árbol.

lunes, 7 de enero de 2008

Ουροβóρος


Cuando por fin me distancio del papel o la pantalla y releo mis palabras a menudo ya no sé quién ha creado a quién. No soy más que el vehículo por el cuál una serie de ideas logran escurrirse hasta este mundo y manifestarse con mayor o menor fortuna.

Escribo porque no tiene sentido dejar de hacerlo. Cualquier otra actividad es accesoria cuando la juzgo desde las arenas caídas del tiempo. Soy cuando fluyo, como el viento.

Cada susurro de vuestra mente, de vuestros labios, me da alas...

domingo, 6 de enero de 2008

Hambre

Este año las cosas estaban más jodidas de lo habitual. La gente ya no daba limosna por las buenas y había mucho nuevo desesperado tratando de conseguir unos euros para comer. Los críos de la plaza no tenían mucho, les había sacado unos cuatro euros y pico y tenía que largarse a otro barrio antes de que se juntaran varios para darle una paliza.

Las taquillas del metro estaban llenas de seguratas así que salió de nuevo a la calle y se fue andando hacia el extrarradio. Casi una hora después llamaba a la puerta del chabolo del Charli a por una papelina. Con lo que le sobraba aún podría pillarse algo más para pasar la noche. Otro paseo hasta el Seven Eleven.

Fue rebuscando por las estanterías mientras un empleado le seguía sin ningún pudor. Encontró lo que buscaba y pagó. Después se acercó a un parque, se chutó tras unos matorrales y buscó un banco bajo una farola. Se sentó, encendió un cigarro, y se puso a leer el libro de poesía que acababa de comprar.

viernes, 4 de enero de 2008

El manicomio

¿Por qué se habían callado las voces? Corría por los pasillos del manicomio desesperada, empujando a pacientes y celadores, chocándose con mesas, sillas, puertas. No gritaba; no quería hacer ruido en su interior para poder oir las voces, por si habían quedado afónicas. Pero no decían nada. Ni una queda risa de burla.

¿Qué iba a ser de ella ahora? Si se enteraban, le darían el alta y volvería al mundo de fuera. Los celadores se acercaban corriendo hacia ella por el pasillo. No, no iba a ser capaz de fingir, todo era demasiado claro y coherente. El miedo se apoderó de ella, le costaba respirar. Los celadores la sujetaron con fuerza. Seguro que la iban a llevar a la enfermería para que se calmara y luego al director del centro. Y éste vería que ya no oía voces y le daría el alta...

Ahora sí. Gritó, gritó y gritó. Los ojos cerrados del esfuerzo por gritar. El mundo se desvanecía roto por sus aullidos. Un chasquido. Oscuridad.

Lucía había muerto de un ataque de cordura.

jueves, 3 de enero de 2008

Artesano

No era el agujero más pequeño que podía hacer. Sobre todo porque no se quitaba la la manía de redondearlo para que quedara perfecto y, claro, así lo agrandaba. Y encima sus ojos cada año veían un poquito peor y sus manos temblaban un poco más. A este paso nunca lo conseguiría.

Ese verano Pablo se preguntaba qué se traía su abuelo entre manos, que siempre lo encontraba encorvado sobre la mesa de su taller cuando se levantaba y nunca le dejaba ver lo que hacía. Sólo sabía que, de vez en cuando, le mandaba a por cajitas pequeñas de cerillas al colmado. Y de las de madera, nada de papel encerado o cartulina. Su abuelo se rió a carcajadas el día que le preguntó que por qué no se compraba un mechero y luego le hizo acercarse, le abrazó un buen rato y le besó varias veces la cabeza.

Llegaron los primeros fríos del otoño y su abuelo murió. Sobre la mesa de su taller había una cajita de fósforos forrada de terciopelo rojo y que ponía Pablo con letras recortadas en latón. Dentro había un juego incompleto de diminutas fichas de dominó talladas a partir de vástagos de cerilla.

miércoles, 2 de enero de 2008

Figuritas

Los cuatro regalos que había recibido cabían en su manita de niño. Cuatro figuritas talladas por su hermano en piedras del río. Eran un hombre, una mujer, un perro y otro perro. Muy rígidos, posando como estatuas, pero se quedaban en pie cuando los apoyaba sobre la mesa o el suelo. Se tiraba horas y horas jugando con ellos hasta que su hermano volvía a casa con algo para cenar.

Ahora su hermano tenía que irse a la guerra pero volvería, lo había prometido. Mientras, se quedaría en la casa en la que trabajaba su tía y ayudaría con las tareas más sencillas. Su hermano no lloró cuando se despidieron.

Durante dos años y un verano esperó todos los días su regreso. Aunque ya casi no tenía tiempo libre, seguía jugando con las figuritas casi todas las noches.

A mediados del otoño llegó un cartero a la casa con un paquete para él. Sabía que era de su hermano. Dentro había una figurita de un soldado partida en dos. Ninguna carta -había aprendido a leer estos años-.

"Se me partió entre los dedos cuando nos dijeron que había acabado la guerra" le contó su hermano entre besos y abrazos el día de su vuelta.

martes, 1 de enero de 2008

Luces amarillas

No había tantas cosas por hacer. Con un poco de suerte acabaría antes de las 21:00 y podría coger el tren de las 21:12. Terminó de barrer el despacho y preparó un cubo con dos tapones de fregasuelos.

A las 20:47 terminó de ponerse la ropa de calle. Se despidió de Quintín, el segurata, y caminó a paso ligero hacia la estación. Las calles estaban bastante vacías -por el frío, seguramente- pero las pocas caras con las que se iba cruzando parecían conformes con sus vidas. Incluso alegres. No iba a ser menos, y sonrió.

En el tren se sentó con las piernas cruzadas sobre el asiento de enfrente y miró por la ventana los miles de luces amarillas que daban vida a la ciudad. ¿Cuántas noches llevaría ya viendo esas luces? ¿Cuántas más le quedarían por vivir? Cansada, se durmió.