martes, 29 de enero de 2008

Un sueño universal

Como cada noche, Dionisio se tomó sus dos pastillas con un vaso de leche templada y se fue al sofa, se tapó con la manta de cuadros y bajó el volumen de la tele a un nivel suficiente para escucharla y que no le despertara cuando cayese dormido. Un concurso, noticias, sorteo y tertulia de imbéciles. La rubía teñida tenía una voz tan desagradable que le conseguía despertar con cada intervención, así que cambió de canal y dejó una película española sobre playas, hombres casados y mujeres del norte de Europa. Sazatornil tenía la voz mucho más agradable. Se durmió.

Con sus sueños, un nuevo universo se creó, repleto de seres que nacían, sentían, se relacionaban y morían; civilizaciones enteras se arrastraban por el tiempo, florecían y súbitamente se extinguían sin dejar casi rastro.

Al alba todo desaparecería.

¿Y su huella?

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