lunes, 14 de enero de 2008

El andén vacío

El tren tardaba en llegar. Y hacía muchísimo frío en aquel apeadero iluminado por un par de berenjenas de amarillo chillón. El reloj marcaba ya las 10:30, una hora más tarde del momento en el que ella debía haberse bajado del tren. Y en el tren de las 9:30 sólo habían bajado una pareja de ancianos y dos jóvenes con bicicletas de ruedas muy delgadas. Esperaría un rato más, una hora más, a ver si llegaba otro tren y en él volvía su amada, su esperanza. Con la media noche, se mordió el labio inferior, se arrebujó aún más en su abrigo y dirigió sus pasos hacia la oscuridad del camino.

Cuando Paula bajó del tren el primero de Marzo de ese año bisiesto, a las 9:30 de la noche del día siguiente, Jonás no estaba para recogerla. Aún no habían encontrado su cuerpo colgando del árbol donde ambos se juraron amor eterno la víspera de su partida al frente.

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