Por el monitor se veía el paisaje pasar a toda velocidad. Montes y arena como olas en el mar. Todo verde a pesar de ser desierto. A pesar de ser de noche. Al fondo, una mancha blanca se agrandaba y tomaba forma de casas bajas. En el centro de la pantalla, una hacienda cercada por un muro. Después, un resplandor, y la pantalla se puso negra.
Sonaban vítores en el despacho. Otro éxito. Otro señor de la guerra volatilizado en su residencia.
Pero él ya no sentía nada.
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