miércoles, 2 de enero de 2008

Figuritas

Los cuatro regalos que había recibido cabían en su manita de niño. Cuatro figuritas talladas por su hermano en piedras del río. Eran un hombre, una mujer, un perro y otro perro. Muy rígidos, posando como estatuas, pero se quedaban en pie cuando los apoyaba sobre la mesa o el suelo. Se tiraba horas y horas jugando con ellos hasta que su hermano volvía a casa con algo para cenar.

Ahora su hermano tenía que irse a la guerra pero volvería, lo había prometido. Mientras, se quedaría en la casa en la que trabajaba su tía y ayudaría con las tareas más sencillas. Su hermano no lloró cuando se despidieron.

Durante dos años y un verano esperó todos los días su regreso. Aunque ya casi no tenía tiempo libre, seguía jugando con las figuritas casi todas las noches.

A mediados del otoño llegó un cartero a la casa con un paquete para él. Sabía que era de su hermano. Dentro había una figurita de un soldado partida en dos. Ninguna carta -había aprendido a leer estos años-.

"Se me partió entre los dedos cuando nos dijeron que había acabado la guerra" le contó su hermano entre besos y abrazos el día de su vuelta.

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