jueves, 31 de enero de 2008

Aburrimiento

No existían muchas opciones. Su vida era un mortal aburrimiento de deseos cumplidos por encargo y por dinero. Miró al hombre de ojos oscuros que le miraba desde la silla de enfrente con el revólver en la mano. Se lo colocó en la sien y, sin dejar de mirarle, sonrió y apretó el gatillo. Cayó el percutor.

¡Click!

El hombre le pasó el arma y él la tomó. Era hermosa, parecía hecha de plata (¿estaría cromada?) y la empuñadura tenía incrustaciones de marfil. Se acercó el cañón a la nariz y aspiró. olía a metal y grasa. No se había disparado nunca. La subió hasta su sien, bostezó y apretó el gatillo.

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