El mono se balanceaba en el árbol que tenía justo encima. Era hermosa la tarde, su luz dorada se filtraba entre las hojas siempreverdes y no sentía ningún miedo. Poco a poco el curare oscureció el mundo hasta que se hizo silencio. Su cuerpo volvía a la tierra.
El traidor Uuwä volvió al poblado con un par de monos y la noticia de que Yoinakuwä había desaparecido. Sólo su viuda supo leer en sus ojos.
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