No había conejos blancos ni sonrisas sin gato ni ella se llamaba Alicia. Y su país era un auténtico infierno de monotonía y gente que se ponía el yugo y las orejeras que ella trataba de quitarles. ¿Por qué necesitaba ayudar a otros para ayudarse a sí misma? No valía la pena seguir luchando, todo era en vano. Mañana iría a la oficina y se centraría en su trabajo.
Mientras tanto, el mundo sin ella era cada día un poquito más feo.
martes, 2 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario