sábado, 6 de octubre de 2007

Un banco vacío

Ese banco del parque siempre permanecía vacío. Lo cierto es que el parque había conocido tiempos mucho mejores, con niños jugando a la pelota, enamorados arrullándose o solitarios leyendo sus libros tumbados en la hierba. Ahora sólo se veían islas de hierba muerta entre la arena estéril y montones de basura dispersa entre la que destacaban envoltorios multicolores de chucherías, añicos de botellas que brillaban al sol y bolsas de supermercado. Aún así, los otros bancos solían estar ocupados por jóvenes y sus ciclomotores, mendigos y borrachos o ancianos deseosos de conversación, según el momento del día y el día que fuera.

Estaba muy triste. En ese banco bajo su copa nunca había nadie.

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