miércoles, 10 de octubre de 2007

Éxodo

Estaba agotada de caminar bajo el sol de la estepa todo el día, pero no podía detenerse. El movimiento de la espalda de la compañera que le precedía debía ser tan hipnótico para ella como el suyo propio para la que venía detrás; no se sentía capaz de romper filas y desertar. Se suponía que no mucho más adelante estaría el bosque donde podrían acampar y esconderse de los enemigos que atacarían desde el aire.

Iba completamente distraída cuando se topó con su compañera de delante casi a la vez que se le vino encima la de atrás. Definitivamente, iba a morir así.

Con las bicis a un lado del camino, Paco le enseñaba a su hijo Fede cómo las procesionarias del pino se apelotonaban y no sabían salir del atolladero cuando se aplastaba a una de las que iba en cabeza.

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