lunes, 29 de septiembre de 2008

Horror

El reo se sentía horrorizado ante las dos puertas que se abrían ante él. Una le llevaría a una vida incierta en el destierro, la otra a un foso donde permanecería preso hasta el fin de sus días.

Cerro los ojos y respiró profundamente. Y eligió.

No había nada como la seguridad de una celda sin puertas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las barreras y los candados los pone cada uno y sobre todo prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer