viernes, 19 de septiembre de 2008

Α y Ω

Α y Ω. Esas dos letras aparecían por todas partes: en las velas, en una especie de bufanda, armarios pequeños, libros... Allá donde mirara se encontraba con esos dos signos. Su presencia era algo que escapaba a su comprensión.

Y ella había sido llamada para limpiarlo todo. La iglesia se había convertido en un lugar sucio, completamente alejado de lo que debía ser. Los curas -supuestamente hombres santos- no eran muy distintos de los pecadores a los que querían salvar y allí por donde pasaban iban dejando su huella, ensuciando ese templo de Dios.

Sus ropas blancas se perdieron en la penumbra. Pronto volvería la iglesia a brillar inmaculada.

Ya era de noche cuando el párroco le dio los 50€ a la señora de la limpieza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mucha enjundia