miércoles, 26 de diciembre de 2007

La cajita

Llevaba a todas partes la cajita de marras. Teófilo era una persona reservada y amable, de esas que tratan continuamente de no destacar, de ser grises, de no meterse en líos porque los líos no puedan verlos a ellos. Llegaba todos los días puntual al trabajo -incluso unos minutos antes, para ser justos- y se metía en su garita de bedel. Si tenía que hacer cualquier tarea, cogía la pequeña caja de madera y la llevaba en la mano. Y si la tarea le exigía ambos brazos, se la metía en el torso dentro del mono de trabajo.

No se le podía inquirir sobre la caja. La primera vez que se le preguntaba sobre ella ignoraba completamente la impertinencia. Si se le insistía, poco a poco se sumía en un estado de tristeza y se recluía en las sombras de su pequeño habitáculo de donde procuraría no salir hasta el final de la jornada.

El día del accidente el edificio se convirtió en un infierno. Aunque mucha gente pudo salir por su propio pie, Teófilo sacó a otras tres personas que, seguramente, hubieran muerto asfixiadas de no ser por él. Perdió el conocimiento cuando entró a por una cuarta. Los bomberos llegaron a tiempo.

En cuanto pudieron, los tres salvados fueron a visitar a Teófilo a la UCI. Sobre la mesa, la cajita en perfecto estado. "Te debemos la vida, Teófilo".

Teófilo abrió la caja y metió en ella tres nuevos pagarés.

1 comentario:

Van dijo...

por un momento eras Buñuel...