Todos los días el gigante sale de su caverna y se queda mirando hacia el sol naciente hasta que el frío se escurre de sus huesos. A continuación toma su garrote y camina entre los árboles en busca del enemigo que sabe que algún día se encontrará. Con el ocaso del día llega a su cueva, hambriento, insatisfecho, derrotado. Entonces se acurruca en un rincón para tratar de dormir y acallar el hambre.
Sueña que algún día no volverá.
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