martes, 18 de diciembre de 2007

Flores en el desierto

No llovía en el páramo desde hacía más de diez años. El polvo del suelo saltaba con los primeros goterones que caían hasta que la tierra dejó que escurriera un poco de agua y el sonido de la lluvia se volvió menos ronco. Durante más de dos días llovió ininterrumpidamente y las torrenteras desdibujadas por el tiempo cantaron de nuevo por unas horas.

El muchacho llegó con las primeras luces del tercer día y se tumbó sobre una roca mirando el suelo empantanado. Pronto vería el milagro del que hablaban los mayores: el desierto se convertiría en un manto de verde salpicado de miles de flores de brillantes colores. Según el suelo se secaba seguían llegando niños y mayores para presenciar el regalo que la Naturaleza les hacía a los pocos privilegiados que vivían en esas montañas.

Pero las horas pasaban y nada brotaba. Pasó una noche y con el alba los primeros curiosos creían adivinar manchas de vida sobre el polvo pero no eran más que los últimos charcos que aún no se habían secado. Al mediodía los primeros escépticos volvían a los quehaceres que daban sentido a su vida. Con el ocaso, unos pocos mayores que quedaban encendieron una hoguera y, al calor de sus lenguas contaron historias de tiempos antiguos, cuando los dioses caminaban entre los hombres. Sólo cuando los rescoldos se marchitaban se fueron todos a dormir.

Un nuevo amanecer lleno de polvo y decepción. Nada crecía y, con las caras grises, los que quedaban emprendieron la vuelta al poblado. Sólo el chico que llegó en primer lugar, el huérfano al que todos habían ayudado a sacar adelante, permaneció con el alma llena de ansia. La fogata de esa noche fue mucho más pequeña, silenciosa.

El día de su partida amaneció ventoso y el polvo del desierto volaba de nuevo entre jocosos torbellinos. Se internó unos centenares de metros en el yermo y se acuclilló para acariciar el suelo. Ni una brizna lo teñía de verde.

El chico se puso en pie y se juró ver un desierto florecer. Dio media vuelta y marchó hacia su casa.

Las historias que ideó a partir de ese día aún perduran contadas de padres a hijos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno de los cuentos más preciosos que he leido. Lleno de esperanzas... Gracias

Anónimo dijo...

Cada día te superas