sábado, 22 de diciembre de 2007

Llovía

"Aquí no para de llover" decía ella por teléfono. Y era verdad, no paraba de llover. A cualquier hora que uno se asomara al balcón el ruido monótono de la lluvia amortiguaba los sonidos de la ciudad. Las gentes tenían el ánimo triste, el rostro gris. Los niños caminaban de la mano cabizbajos en vez de correr y ser regañados por sus madres.

Los árboles reverdecían y estiraban sus hojas en busca del sol que no veían tras las nubes. De los barrizales y escombreras surgían cientos, miles de bracitos verdes.

El aire olía a agua, tierra y verde.

Era posible sentirse parte.

No hay comentarios: