jueves, 20 de diciembre de 2007
El portal
Las personas que pasaban frente a su portal ni se detenían a echar un vistazo. Ya podía estar dentro el Niño Jesús con sus padres y mascotas que ni Dios entraba -se sonrió orgulloso de su ingeniosa observación-. Y nada. Las siete pasadas y otra tarde perdida. Se puso el abrigo, se cubrió con el sombrero de fieltro y salió a las calles llenas de gente que no se miraba a los ojos. Cómo había cambiado el mundo, ya nada era como en su día fue. Se dirigió triste al albergue. Cada día era más ingrato ser violador.
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