martes, 13 de noviembre de 2007

Marcelo

Las antenas de la hormiga palpaban el aire como si tratasen de mullirlo. Marcelo la miraba atentamente bajo la luz de una única vela. La hormiga encontró una miga de pan, sin corteza, e hincó su maxilar en ella. Poco a poco, la fue arrastrando por el suelo hacia la grieta de la pared por la que había salido. Marcelo estaba maravillado. A sus dos añitos aún estaba descubriendo el mundo desde cerca del suelo en vez de por presunciones como las personas mayores, y todo era maravilloso. Se acercó a la hormiga. La miró fijamente.

Se la papó. Después se lamió las pelotas y se enroscó en un rincón a dormir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísimo!!
Quiero conocer a Marcelo...