No encontraba la moneda que buscaba. Ni en la cartera, ni el los bolsillos, ni suelta en el bolso... Menuda faena. La culpa de todo la tenía aquel hombre; había sentido pena por aquel negro asustado acurrucado junto a un papel con dos moneditas de 1 y 2 céntimos encima y le echó medio euro. El negro le dedico una sincera sonrisa triste y ella se alejó sin mirarle a los ojos. Y ahora, en mitad del parking del supermercado, cualquier carrito le pedía impertinente esa moneda para soltar su cadena. ¿Y qué iba a hacer ahora? Eso le pasaba por ayudar a esos vagos y maleantes que venían a España a robar.
Cabreada, se volvió al coche y se largó chirriando las ruedas a otro centro comercial.
Hissein Sarr pudo comprarse esa noche una barrita de pan y, mientras la mordisqueaba, mentalmente dio gracias a aquel ángel que le había regalado esa moneda amarilla.
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1 comentario:
Cada día te superas. Tienes imaginación, creas suspense... en una palabra GENIAL
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