viernes, 23 de noviembre de 2007

De mudanza

El cangrejo venía arrastrando su enorme pinza por la arena bastante cabreado por intentar habitar el tapón de una botella de agua que las olas habían dejado sobre las rocas. Demasiado ancho y poco profundo. Y encima translúcido.

Tampoco le gustaba mucho la caracola a la que llegó más o menos cuando el sol estaba en lo más alto del cielo. Era enorme, con demasiados pinchos que se enganchaban y era difícil de llevar. Quizá cuando fuese más grande...

Cuando el cielo ya sangraba se encontró la concha grisácea de un caracol. Ligera, cómoda de llevar, compacta y espaciosa. Dio un par de vueltas a una piedra y su reflejo no le convenció. Era demasiado aburrida. Se alejó hacia el sol poniente.

Un par de minutos después de la puesta de sol encontró su lugar definitivo. El pez se alejó nadando en busca de más cangrejos.

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