miércoles, 21 de noviembre de 2007

Una travesía peligrosa

Pocas veces se había sentido tan mareada. El barco daba vueltas y el sofá en el que descansaba parecía que se la fuese a tragar y soltar un poderoso regüeldo a continuación. Las caras que la rodeaban eran feas y extendían unos brazos que, más que tranquilizarla, juraría que querían quitarle el alma. Y pensar que había pagado para montar... Cerró los ojos, a ver si las cosas mejoraban. Todo seguía moviéndose. No tenía fuerzas para gritar. Se meó. Lloró.

Sonia le pasó un brazo por los hombros mientras la acompañaba al baño para que se asease como pudiese. ¿Qué iba a pensar ahora Carlo de ella? Juró no volver al parque de atracciones.

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