Esa tarde los colores se habían ido. La niebla traía el gris y se metía por cualquier recoveco para comerse las sombras y el ánimo de los paseantes y de los pájaros que se miraban unos a otros desde sus ramas.
A Manuel, según bajaba de la ambulancia, le pareció el día más hermoso de su vida. De su pecho sobresalía una cajita gris.
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