jueves, 1 de noviembre de 2007

El mayor engaño

Hubo un tiempo en el que la gente no tenía edad y sólo vivían el día a día. El sol asomaba entre las montañas, el mar, los árboles o la planicie y los hombres comenzaban su rutina diaria hasta que, de nuevo, el sol se hundía y les dejaba descansar. La validez de una persona no se basaba en cuántos años tenía sino en qué sabía hacer y cómo lo hacía.

Decenas de miles de años después añoramos ese mundo de libertad del que nos arrancó la invención del tiempo. El objeto último del trabajo es el de ganar un dinero ilusorio para comprar promesas de disfrute de tiempo libre. Pobres imbéciles, el tiempo siempre ha sido nuestro.

1 comentario:

Van dijo...

uufff kuantas veces me habre planteado eso mismo..es kojonudo ke tu sepas plasmarlo en un relato tan bonito y ke me pone tan triste...