lunes, 24 de septiembre de 2007

Curioso

Era el suyo un trabajo, cuanto menos, curioso. ¿Cuánta gente viviría gracias a su arte, cuántos habrían muerto? Vendettas, celos, traiciones, pasiones, dinero, amor... Con cuidado de no inhalar los vapores, vertió los polvos del frasquito metálico en la redoma llena de alcohol, cerró la boca con un corcho y la movió en suaves círculos. El alcohol iba tomando un color verde cada vez más intenso. Tras unos minutos, vertió la tintura en el alambique y lo puso a destilar.

Entregó la cápsula al emisario y recibió un saquito con varias monedas de oro. ¿Quién iba a matar a quién con su veneno; qué le motivaba a hacerlo?

Era un trabajo curioso, ciertamente.

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