viernes, 14 de septiembre de 2007

9:34:37

Era la culminación del experimento que llevaba desarrollando toda su vida. Las manecillas del reloj marcaban las 9:34:26. En el papel estaba escrito 9:34:37. 11 segundos y la manecilla daría sentido a toda una vida llena de privaciones o la anularía por completo. El segundero rojo tropezaba en las cercanías del alargado VI en letras doradas pero conseguía avanzar. Sabía que no podía equivocarse, pero el miedo trataba de apoderarse de su mente. 9:34:32. Parecía detenerse. Seguía. 9:34:35. Iba demasiado rápido. O no. 9:34:36. 9:34:37. La manecilla quería saltar un escalón más pero no podía y sus coletazos se extinguieron hacia un silencio eterno. El reloj se detuvo a las 9:34:37. El anciano se quitó las gafas y con una sonrisa de niño se levanto de la mesa. Ya era capaz de calcular cuánto duraba la cuerda de su reloj. Ahora ya podía hacer lo que se antojara sin temor a perder el tiempo.

Tomó su abrigo y salió a tomarse un vino caliente para celebrar su nonagésimo cumpleaños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cojonudo...