miércoles, 22 de agosto de 2007

Prometeo II

Era una Nochebuena muy triste. Era ya incapaz de recordar cuánto tiempo llevaba solo vagando por el mundo, sin nadie con quien compartir sus últimos años de vida. Se sentía muy viejo -y lo era- y deseaba que éstas fueran las últimas navidades que celebrara. Sólo quería abandonar este mundo asqueroso al que había dedicado toda su vida e ilusión para recibir a cambio una gélida indiferencia.

Se tomó una jarra enorme de ponche de huevo -calmaba el dolor de su alma- y salió por la puerta hacia las cuadras. Los renos estaban ya enjaezados y el trineo rebosante de paquetes. Se enfundó su ridículo gorro rojo y partió un año más. Sólo Dios conocía el objeto de su forzada inmortalidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como no... me encanta