jueves, 2 de agosto de 2007

Melodías

Aquella tarde Vladimiro estaba muy contento. De camino al bar, hacía sonar las monedas en su bolsillo y tarareaba las canciones que solía cantar con sus amigos en las trincheras. De los seis que habían ido al frente, sólo el sobrevivió al dichoso bombardeo. Sólo pudo dar cristiana sepultura a Eufrasio, cuyo cuerpo llevó sobre sus espaldas durante casi dos kilómetros hasta un pueblo -del que ya era incapaz de recordar el nombre- donde un cura joven, armado con un crucifijo y una pala, le ayudó a enterrarlo. Los otros cuatro acabarían en alguna fosa común.

Eran ya muchos años sin ellos, demasiado tiempo hablando con los muertos. En el hospital una doctora, más triste que severa, le había comunicado que la metástasis le afectaba a todo el organismo. En breve se volverían a reunir los seis.

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