domingo, 26 de agosto de 2007

El teléfono que no suena

Al teléfono le quedaba aún una raya de batería. Y no sonaba. Llevaba demasiadas horas quieta, mirándolo como si de ese modo no se le escapara por un despiste la llamada que no llegaba. Una pequeña bombilla llena de mugre en una lámpara sin pantalla era la única fuente de luz que había en la estancia.

Miró el paquete y sacó los dos cigarrillos que le quedaban. Luego lo estrujó con rabia y lo arrojó hacia una esquina. Tomó uno entre sus labios y lo prendió. Fumó con ansia la primera mitad, luego se calmó y respiró algo de aire entre calada y calada.

Sonó el teléfono. Una. Dos. Tres veces.

-¿Diga? -contestó con forzada despreocupación.
-Hola. ¿Es usted la esposa de Manuel Pacheco? -dijo una voz gris tras el auricular.
-Sí. ¿Qué pasa, quién es usted? -dijo con voz alterada.
-Mire, le llamo del hospital universitario. Su marido ha sufrido un accidente de tráfico... -Por fin. Por fin se libraría de ese hijo de puta. Trató de parecer confundida y la interrumpió.
-Pero... pero... ¿qué ha pasado? ¿Cómo ha sido? -comenzó a sollozar.
-Tranquilícese, señora. Ha sido casi un milagro pero lo hemos conseguido estabilizar y su vida no corre peligro.

Ahora sí que se puso a llorar.

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