martes, 7 de agosto de 2007

22

22. Ese número la tenía obsesionada desde que de pequeñita le decían que eran los dos patitos y desde entonces lo veía aparecer continuamente en su vida. Que si el autobús que cogía para ir a trabajar, que si su móvil acababa en 22, el portal de enfrente, el dúo sacapuntas que veía en el 1, 2, 3 cuando sus padres aún vivían...

Ahora estaba sentada en una terraza, tomándose su tercera cerveza mientras mantenía a raya las lágrimas a base de cabreo. El reloj marcaba las 22:24, se le había pasado la hora que procuraba mirar todas las noches como talismán. Odiaba al psicólogo. Había ido para que le ayudase con un problema de ansiedad y se había emperrado en demostrarle que lo del 22 era sólo un autoengaño, que si se fijara en otro número seguramente podría encontrar otra serie de coincidencias y que debía dejar de obsesionarse con buscar ese número en todas partes. ¿Y qué coño sabía ese imbécil?

En el fondo ya daba igual. Le había vaciado en la cabeza el cargador de su Beretta. Calibre .22.

1 comentario:

Anónimo dijo...

BESTIAL