lunes, 27 de agosto de 2007

Crema

La crema se había derramado sobre los papeles. Se le había olvidado cerrarla al mediodía y con el calor que hacía esas días, se había escapado en silencio hacia la blanca explanada cubierta de letras. No era una crema de las caras, que no le hacían efecto; ésta en concreto se la había comprado en el supermercado. El efecto era el mismo: manos cubiertas de llagas. Eso sí, más suaves.

El poema que se había estropeado era uno de los mejores que había escrito durante ese verano; una puta mierda digna de una adolescente paleta y encoñada pero sin faltas de ortografía. Y lo peor de todo es que no le gustaba escribir poesía. Ni leerla. Ni las palabras ni las letras. Él quería ser técnico aeroespacial y su nota de 9.97 de acceso le daba para lo que quisiera. Pero no, a su padre se le había puesto en los cojones que se dejara de tonterías y que hiciese algo de provecho. Que la tecnología no daba de comer y que se dedicara a la poesía o a la filosofía como todo hijo de vecino. Que con tanto inmigrante sofista y postromántico la cosa se estaba poniendo muy mal.

No hay comentarios: