martes, 31 de marzo de 2009

Alta cocina

Ahora que tenía su primera estrella Michelín recordaba con especial cariño las patatas que hervía su madre al calor del hogar, con su sal, sus pedazos de tocino, carne y chorizo para engañar al paladar y su mezcla de hierbas maceradas en aceite de bellota. Años tan míseros y hermosos que quedaron marcados de algún modo en su subconsciente y cuya esencia destiló en los fuegos hasta que ahora, al fin, había conseguido el reconocimiento internacional de la más alta cocina.

Jean Luc cobró su finiquito. Había acabado hasta los cojones de la pedantería del mundo laboral en el que se movía. Pero les había dejado el "regalito" de un auténtico truño a sus antiguos jefes de Michelín.

1 comentario:

Ñocla dijo...

Jajajajajaja, muy bien, lo importante no es el premio que te den los demás sino el que te das tu.