martes, 3 de marzo de 2009

2.0

Lo cierto es que no entendía por qué tenía que hacer caso a su padre en todo. Sus amigos -casi todos- habían estudiado o se habían puesto a trabajar en aquello que realmente les gustaba y no en lo que sus padres querían para ellos. Pero él no. Él, claro, tenía que seguir los deseos de su padre. Daba igual que él quisiera ser o hacer con su vida. Era una puta sombra de su viejo, con sus delirios de grandeza, con su manía de decirle desde pequeño que él era especial.

Y ahora, crucificado, encima le tenía que dar las gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Geial!!!!!!

Anónimo dijo...

Me suena