lunes, 16 de marzo de 2009

Belleza

Era un espectáculo magnífico, único. Cientos de huevos de dragón se amontonaban -¿ordenados?- en la cámara de piedra que tomaba el calor del volcán. Tonos irisados, pasteles, apagados o saturados de color. Aparentemente desordenados y, sin embargo, evocaban imágenes de algún lugar oculto en lo más profundo de su naturaleza humana. Nadie había tenido jamás la ocasión de presenciar un espectáculo así y se sentía honrado y asustado por estar ahí en ese momento en el que la Naturaleza misma mostraba lo más secreto de su intimidad.

Con lágrimas en los ojos, comenzó a romper los huevos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

I hope there´s none left :-)

Ñocla dijo...

Espero que haya quedado el de "Zafiro" sin romper.

Van dijo...

malva