domingo, 22 de marzo de 2009

Ante el cuaderno

No tenía más que cuatro lápices mordisqueados y casi agotados y un cuaderno hecho de restos de hojas usadas que había ido encontrando con algún espacio en blanco cosidas con un trozo de rafia. El resto de su hatillo lo formaban tres camisas, un pantalón y un par de mudas raídas. Y medio quesuco de cabra y un mendrugo de pan.

Todos los días al medio día se sentaba a la sombra de un árbol, almorzaba y sacaba el cuaderno y los lápices. Se quedaba durante horas ante las hojas, con el lápiz en la mano o en la boca, hasta que llegaba la hora de volver a ponerse en marcha.

Cómo le gustaría saber leer lo que ponía en el cuaderno le había quitado a aquel pobre diablo al que atracó meses atrás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Moraleja: cuántas veces despojamos a los demas de cosas que son útiles para ellos y luego nosotros no sabemos que hacer con ellas. Me ha gustado!