miércoles, 4 de marzo de 2009

Gustos

Le hubiera bastado con comerse un par de pomelos para sentirse satisfecha pero tenía tanta ansiedad de cítricos que no paró hasta comerse el quinto. ¿Por qué le gustaban tanto los pomelos, si eran ácidos y amargos? Pues no tenía ni la más remota idea. Pero tampoco sabía por qué le gustaban tanto otras cosas. ¿Tenía sentido darle vueltas? No. Pero un poco sí. Si no comprendía aspectos tan básicos de su persona, ¿cómo iba a aceptarse, a madurar definitivamente, a quererse?

Se metió dos dedos en la garganta y vomitó.

1 comentario:

Ñocla dijo...

Pero que pasó con la raiz de la cuestión?