sábado, 28 de marzo de 2009

A través de la noche

Las monedas tintineaban en sus bolsillos con cada zancada que daba. No sabía si huía de un peligro real o eran sólo sus miedos quienes acechaban entre las sombras de las calles pero no podía dejar de correr lejos de ahí, hacia ninguna parte. Oía pasos de alguien corriendo, ¿sería el eco de los suyos?

La noche había sido su amiga. Eso había creído. Pero ahora se volvía contra él y le arrancaba sus recuerdos de muy dentro y se los ponía en los morros, se los restregaba en la boca y le sabía todo a hiel. Sólo quería que llegara el día, despertarse y no sentir miedo. Ir donde quisiera en vez de vagar sin rumbo dando tumbos en busca de algo que no sabía lo que era.

Pasó ante un par de burdeles, tres tiendas de licores abiertas, una de armas -¿a esas horas?; sería el barrio-, una farmacia y demasiados bares. Nada le servía, no podía esconderse allí. Taxis. Taxistas blancos, taxistas sudamericanos, taxistas moros. Putas. Yonkis. Locales y secretas. Gente normal. Aflojó el paso. La angustia seguía ahí, los pasos no.

Se sentó en un banco y sacó un cigarro. Se había dejado el mechero en algún lado. Una puta rumana, polaca o rusa le dio fuego y una sonrisa. Él unas gracias sinceras. Caminó hacia el metro. Llovía. Quería mojarse.

Se sentó en las escaleras entre el primer y segundo piso de su casa. Estaba tiritando y su ropa dejaba un charco cada vez más grande que bajaba las escaleras hacia la puerta de la viuda del 1ºA.

Se despertó al dar una cabezada. Tenía que quitarse la ropa pronto y entrar en calor o iba a estar realmente jodido. Subió arrastrando los pies el piso y medio que quedaba hasta su puerta y giró la llave. Fue hasta la habitación, se quitó la ropa y cayó sobre la cama.

Abrazó a la almohada. Aún conservaba el olor.

Se durmió.

1 comentario:

Ñocla dijo...

Qué angustia no?