lunes, 16 de marzo de 2009

Qué cerdada

Los dos cerditos dormían acurrucados junto al vientre de su madre. Estaban famélicos, con tanto perro abandonado era muy difícil conseguir algo de comida y su madre casi no producía leche suficiente. Por eso quedaban sólo dos de los cinco lechones iniciales.

La cerda madre no salía de un duermevela que no le permitía descansar. Era joven, muy joven, y cuando decidió escaparse de la granja no pensó en todas las consecuencias. En el fondo no se arrepentía de haberlo hecho pero sufría por sus hijos, por los que había perdido, por los que aún podía perder. Ella quería vivir su vida, no esa acomodada y libre de preocupaciones que el resto de los cerdos disfrutaba y ansiaba. Pero sus hijos... ¿Tenía ella derecho a condenarlos así?

Pensó en qué estarían haciendo ahora sus amigas, sus lechones. Seguro que paseaban y comían y engordaban en la granja y ya ni se acordaban de ella. Qué vida más fácil habían elegido. Qué cerdada le había hecho a sus hijos.

El camión de su granja llegaba en esos momentos al matadero.

1 comentario:

Ñocla dijo...

Como todo en la vida... será bueno? será malo? depende del color del cristal con que se mire.
Pero vaya cerdadas que te de la vida!