miércoles, 1 de abril de 2009

Un nuevo trabajo

La bombona de butano pesaba más con cada escalón que subía. Y no llevaba más que un par de horas de su nuevo curro. Quinto sin ascensor, maravilloso. La segunda bombona que habían solicitado. Ciento dieciséis. Ciento diecisiete. Ciento dieciocho. Ciento diecinueve. Ciento veinte. Fin de los escalones. Señora muy mayor gorda y vapores de cebolla que salían de sus axilas, su aliento o su cocina.

Era de las que daban propina. Diez céntimos de euro. Menos mal que la política de la compañía era tajante con el asunto de las propinas porque acababa de fantasear con la idea del gerontocidio. De nuevo al viejo camión. Que más que un camión de reparto parecía el de un chatarrero que había robado bombonas de algún almacén. Ya acumulaba un retraso de media hora sobre la ruta prevista, adiós almuerzo en el bar, hola barra de pan y lonchas de fiambre en el asiento del copiloto.

Al final del día el retraso se había mantenido en media hora pasada. Ni tan mal. Cuatro palabras intercambiadas con desgana con las chicas de recepción y de cabeza al bar. Su mujer le esperaba sentada a la mesa ante dos jarras de cerveza vacías. La tercerca, aún con escarcha por fuera, fue a parar a su garganta.

Le contó a su mujer sus impresiones: la actitud de los clientes, el cansancio que iba haciendo mella, el sudor que le escocía la entrepierna, la incomodidad del camión, lo duro de mantenerse en la hora prevista. Ella le miraba atentamente y tomaba notas en un cuaderno. Después elaborarían juntos el borrador del informe sobre las condiciones laborales. Se había ganado a pulso su fama como uno de los mejores directores de recursos humanos del momento.

2 comentarios:

A.L. dijo...

Muy buena narración.
Espero que visites mi blog. Tienes uno premios a recoger
Un abrazo

http://todoenbromanadaenserio.blogspot.com/

Anónimo dijo...

No hay mejor forma de comprobar las cosas que en carne propia. Me ha gustado mucho.