jueves, 30 de abril de 2009

La nada que lo es todo

El sonido de la lluvia quedaba muy amortiguado por las hojas secas que tapizaban el suelo del bosque. La vieja cabaña de madera resultaba muy acogedora en un día así, incluso las contraventanas desvencijadas que colgaban inmóviles parecían decirle que se relajara, que estaba en casa. Se arrebujó sobre el catre con la manta raída y cerró los ojos. Necesitaba descansar.

Todavía entraba luz por la ventana cuando abrió los ojos. Tenía la sensación de haber dormido unas cuantas horas; su estómago gimoteaba pidiendo comida y su vejiga no le dejaba dormir más. Seguía lloviendo afuera. Salió desnuda y caminó hacia los helechos. ¡Qué sensación más agradable la de caminar en contacto con la tierra, con la lluvia, con el bosque! Tenía la carne de gallina y el pelo tropezaba en su pecho con los pezones erectos pero, a pesar del frío, no tiritaba. Se frotó el cuerpo con las manos para arrancarse la mugre que tantos días de camino habían depositado. Entró en la casa a por la ropa y la lavó en el abrevadero lleno de agua de lluvia. No tenía prisa por irse. No.

La leña que había junto a la chimenea estaba seca y prendió con facilidad. La sala se inundó de pino y resina y jara y recordó momentos de su infancia que nunca pensó que volverían. Volvió a jugar con Godo, con Tula, con aquel otro perro abandonado que se acercaba a la granja de vez en cuando hasta que un día dejó de hacerlo. Lloró y las lágrimas se escurrieron para meterse en su boca a través de su sonrisa.

Comió unas cuantas fresas que había recogido por la mañana, antes de que el sol diera paso a la lluvia. Eran diminutas, dulces, ácidas. Jamás había probado nada tan exquisito en su sencillez. Pensó en todo aquello que había quedado atrás, toda una vida de trabajo, lujos y complicadas relaciones interpersonales. Formas, formas, formas y más formas. Y ahora, desnuda bajo una vieja manta, saboreaba la esencia de una vida, de su vida.

Se acercó hasta la ventana y se quedó mirando las sombras que lentamente llegaban desde el bosque. Pronto sería de noche. Pronto alguien la echaría en falta en la ciudad y empezarían a buscarla. No quería volver, ya no. Nada de cuanto tenía valía ni un hilo de la vieja manta. Oyó el ruido de una rama quebrándose en la linde del claro y se quedó sin respirar unos segundos. Como un fantasma, se alejó de la ventana y se tumbó en la cama, tapándose por completo y dejando que sólo un hilo de aire entrase y saliese de sus pulmones.

La puerta se abrió entre crujidos y chirridos. Un ruido sordo como de algo que golpeara el suelo de madera tras dejarlo caer. Aguantó la respiración. Pasos por la habitación. Silencio. Una garganta tragaba agua con muchas ganas. Un vaso que se rellena. La garganta. Más pasos. Silencio.

Saltan sobre ella y no puede moverse bajo el peso. Forcejea. Grita. Arrancan la manta.

Una sonrisa, un beso. Se funde con él en un abrazo.

Vida.

4 comentarios:

Bea dijo...

Vida.

Anónimo dijo...

%)

Anónimo dijo...

I love it when you surpass yourself ! A glimpse of magick :-)

Anónimo dijo...

Siente, saborea, vive...