viernes, 1 de mayo de 2009

Luna nueva

A mí no me gustan los cielos en los que se reúnen las nubes para ser observadas. No me gustan las nubes. No me gusta el sol. Ni el cielo.

Tampoco me desagradan. Sencillamente, no me gustan.

Años atrás solía salir de noche cerrada, cuando ningún hombre caminaba, a mirar cómo el cielo estrellado giraba hasta difuminarse en el alba. Entonces volvía a mi guarida hasta la siguiente luna nueva. Dormía.

Una nube roja cubre el cielo sobre mi cabeza. No es una nube grande pero sí es una nube roja. No debería estar ahí, no. Siento miedo. Quiero irme lejos, lejos de esa nube roja; ¿dónde? Sólo conozco mi guarida y las tierras alrededor y desde todas se ve la nube roja.

Han pasado varios días. La nube ha crecido y quiere partirse en dos.

Ya son dos las nubes rojas. He de irme lejos, más allá del miedo, más allá de los recuerdos. A cuatro o cinco millas al este hay una parada, el autobús me llevara lejos de aquí. Ha parado uno. Dos personas se suben, me cierran la puerta, el autobús arranca. Deshago el camino hacia mi hogar.

Esta noche hay luna nueva. Salgo de nuevo a mirar el cielo y pienso en mi vida. En lo difícil que es ser el germen de una historia sin autor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿?

Anónimo dijo...

Each one would have to be the author of his own history