domingo, 10 de mayo de 2009

Sin cadena

La cadena yacía como una serpiente muerta en el fango en el que se hundían sus pies. Llovía y la luz de la tarde no era más que un manto grisáceo que ensuciaba las montañas, colinas, prados, valles y bosques que lo rodeaban. La moto ya no le servía de nada. Trató de empujarla hacia los árboles que crecían a la izquierda del cortafuegos por el que había circulado para esconderla pero era imposible con tanto barro. La tiró a un lado, le dio una patada y se cagó en Dios, en la puta ostia y en la leche que mamó el que hizo la moto.

La sensación de libertad con la que había empezado el viaje se fue convirtiendo en un estado de ánimo sombrío, sin palabras, sin otro pensamiento que no fuera el de seguir caminando y llegar a algún lugar seco y cálido donde revivir y comer algo. Joder, si tenía más hambre que frío y casi tanta como cabreo.

Trató de distraerse y disfrutar del paisaje. Nunca había pasado por ahí y, la verdad, de no ser por la mierda de situación en la que se encontraba seguramente le gustaría. Pero por él podía arder todo e irse a tomar por culo.

Al culminar la subida de una de las colinas vio una carretera a unos cientos de metros por debajo. Se había jurado no pisar el asfalto hasta llegar a su destino pero ahora todo había cambiado y sólo quería encontrar un jodido techo y comida. La verdad es que la gasolina de la moto que robó había durado bastante. Y con las herramientas se pudo quitar los grilletes de las manos.

Silbó y bajó trotando hacia la carretera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante. Cuantas veces hay que romper los juramentos!!